jueves, diciembre 21, 2006

Despertando en Milán y leyendo a Paul Auster

Una hora de espera antes de embarcar en el avión de Milán a Madrid. Se hace larga la espera después de las nueve horas de vuelo desde Chicago. ¿Mi primera vez en Alitalia? Sí en vuelo intercontinental pero creo que ya había hecho Madrid-Roma en Alitalia cuando estuve en Calabria con Sotavento. El aeropuerto de Malpensa en Milán es un aeropuerto más

pero me sorprenden esas flores, ahí fuera, saludando a la mañana, un trocito de color en medio de la nada

Me había imaginado el día de ayer, día de viaje (y de siete horas vividas de menos) más pesado, cada etapa del viaje más llena de gente, más esperas, más inconvenientes. Pero C. me dejó en la estación de autobuses por la mañana y ella, maga blanca, es como un seguro de viaje, un abrazo que te acompaña cálido y protector. Sí, esperas lo infinito en los aeropuertos para todo, para facturar, para pasar seguridad, para revisión de pasaportes, para la siguiente revisión, y una más. Pero llegas. Al final, hasta se me hizo más breve de lo imaginado. Tal vez por haberlo pensado más largo o porque la espera se rindió mientras terminaba de leía “La música del azar” de Paul Auster, el segundo libro que leo del mismo autor. “Brooklyn Foolies”, como este, me gustó mucho también. Algo en la forma del relato, en los protagonistas, los caracteres, su amargura y clarividencia; algo en la forma en que se mueve la historia que narra. Te atrapa. No es tu relato pero te llega por cómo el autor lo presenta, lo destila lentamente y lo prepara de forma inteligente para entregarlo con claridad, sin barroquismos. Lo entiendes y vives a los personajes. No es como en otros libros en que la historia te llega y la relacionas contigo, te identificas. Aquí, como en “Brooklin Foolies”, las historias y personajes son bastante ajenas a lo que pudieras vivir y, sin embargo, las vives, sientes y te mueves con los personajes.

Ahora, esta otra realidad, este aeropuerto al despertar. "Va benne" dice el agente que revisa los pasaportes con una sonrisa, mirándote con intensidad y como si estuviera a punto de hacerte una broma. Ahora es Milán, es italiano, (¡cómo disfruto escuchando la lengua!), es este otro aeropuerto que, aunque uno más, no es estado unidense sino europeo. Se siente.
Trato de conectarme. Hay wi-fi pero solo cuando pagas por un día o por una semana, un mes o un año. Aún no ha llegado el lujo de llegar y poder utilizar. (Es por eso que este comentario de hoy llega con una semana de retraso, cuando puedo conectarme.)

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