Las calles de Tlacotalpan ya han han despertando
y tal vez los demás, aunque todavía los ojos del sueño nos roban los otros
Por increíble que parezca, las jaranas todavía suenan en el fandango de luz de noche
Algunos hasta tienen la para charlar como si todo acabara de comenzar
y otros, siguen tocando
y bailando
otros dicen adiós
Nosotros también nos despedimos y nos atrevemos a esa foto de siempre
Dejamos atrás el parque de San Miguelito
y nos movemos junto al río
para llegar a desayunar a Alvarado con Doña Tella. Esa parada ha sido una visita obligada desde el 2009. Creo que en ningún momento nos hemos arrepentido de la comida, el arroz a la tumbada
el cocktail de camarones,
las quesadillas de jaiba,
el pulpo encebollado,
las tostadas de jaiba y camarones,
y por supuesto, la misma doña Tella quien rgullosa nos muestras los dulces de almendra que también hace y a los que no nos puede invitar porque son parte de un encargo
Su buen humor y su lengua vivaz son, aparte de la buena comida, otra buena razón para ir a verla.
Reconozco la carretera junto al mar, los puestos donde vende camarones,
los anuncios de venta,
los retazos de mar que el monte apenas nos enseña,
y más puestos de fruta y todo lo demás
En Paso del toro paramos a comprar fruta, guanábana, mandarinas, plátanos dominicos, chico zapote
En medio de la nada y entre el ruído de los coches, los puestos ambulantes. Son muchos así a lo largo del camino.
En medio de la ciudad, un ayer, hoy y mañana en las aceras
y un laberinto de cableado
Hoy Xalapa se siente húmeda y fría. Los coches la saturan y el diseño mismo de la ciudad no ayuda a que el tráfico fluya. Pero llegamos con tiempo para ir al museo de antropología y pasar unas dos horas. No hace mucho que estuvimos aquí pero queremos que nuestros amigos lo vean
Las dimensiones de las cabezas toltecas me siguen asombrando,
como la colección de máscaras,
de silbatos e instrumentos musicales,
los juguetes o el uso de la rueda en esos juguetes
y las maravillosas caritas sonrientes
Otras carita sonríe en otro patio
Ese es el patio donde Ramón tiene su taller y donde vamos a verle. Nos sentamos a charlar con él mientras termina un pequeño requinto
y donde sus dedos tejen notas menos tristes que las de ayer. A veces el corazón necesita llorar en voz alta para poderse vaciar y volverse a llenar de luz
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