Viernes. Tengo que repetir el nombre del día al menos dos veces para darme cuenta del día que realmente es.
Ayer no hubo descanso. Al final del día me doy cuenta de que no he tenido casi un rato a solas, escuchar ponencias desde temprano, elegir lo que más me interesa porque hay tres paneles con trabajos que merecen la pena y todos son a la misma hora, prepararme para presentar el mío, asegurarme de que toda la parte audiovisual funciona, gente conocida y desconocida, una recepción, otra charla, alguien más, otro nombre, ven que te presento a tan importante profesor.
¿No se supone que las conferencias también son para eso, para conocer a unos y otros, para que te conozcan, para ese "networking" que dicen ser tan importante? Sí, pero esa parte, si no viene de forma natural, me cuesta forzarla.
Al menos hoy no había tantos trabajos que quisiera escuchar y el día vino con más calma. Vuelvo a retomar la investigación que tan poco éxito tuvo ayer y parece que hoy avanzamos un poco. Ayer alguien habló de un restaurante colombiano y salimos en su busca. Caminamos por Third Street
para ir al Arepazo, un Latin grill que alguien dijo ayer que era bueno
Sí, bueno, con esa mezcla que un latin grill pueda tener para añadir a lo colombiano (el restaurante sirve sobretodo de comida colombiana) un toque más exótico con burritos chicanos y arepas más hindúes que colombianas. Pero rico.
En este segundo paseo necesito decir que la calles están vacías y que estas estructuras frías y gigantes
no desprenden calidez alguna. Es esa sensación extraña de estar en una burbuja, en el mundo de una conferencia que te absorbe, dentro del hotel, y salir a calles vacías donde los edificios bien pudieran ser cajitas gigantes de cartón. Pero debe ser la realidad porque ahí está el contraste que tanto aparece, el rascacielos y la iglesia
la torre de pisos en una plaza o junto a un jardín cuidado,
y el árbol en medio de todo. Extraño respirar entre gigantes
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