Salimos temprano a caminar la ciudad. A pesar de no haber dormido mucho, mejor empezar temprano el día. Ayer recogimos a L. en el aeropuerto y fuimos a cenar a Los Danzantes, en Coyoacán, un restaurante donde unos cuantos platillos, entre ellos los tacos de chapulines o la fondue de huitlacoche, entre otras cosas, merecen la pena. Es su primer viaje a México y queríamos darle la bienvenida ahí, en pleno corazón de Coyoacán.
A su lado estoy recordando algunas de mis vivencias en los primeros viajes a México, sensaciones, lo que fue el comenzar a entender algo que todavía sigo tratando de entender después de diecinueve años de idas y venidas, a veces más y a veces menos, aunque siempre presente y muy cerca: México con toda su grandeza y virtudes, con todos sus problemas, ironías y surrealismo, sus vicisitudes, su magia y despertares, su desesperanza o su intensidad. Todo ahí, siempre.
Mejor salir al centro para caminar de cerca con los pasos por donde todos caminan y empezar por el centro. Mejor destapara el frasco para que el genio de la realidad nos la dibuje tal cual es, un hoy que es sábado, un hoy más traquilo quizás que otros sábados pero igual, con la presencia de esta gigantesca ciudad ineludible, voraz y tentadora a la vez.
Mejor mirar por la ventanilla contantemente porque en cada tramo hay algo para descubir, o símplemente para dejarse llevar, escenas de lo cotidiano, vida
Comenzamos nuestro recorrido por el templo de la Concepción de Jesús donde se supone que está la tumba de Cortés aunque muchos no aseguran que sus restos ahí se encuentren
Más que la capilla, casi es más llamativo el hospital del Niño Jesús, que todavía funciona como hospital y que fue fel primero de Latinoamérica. Sorprende su construccón, lo placentero de poder moverse por esas escaleras,
pasear por sus galería, el patio...
Pasamos un rato viendo los murales que cuentan las prácticas de medicina prehispánicas, los temascales, la odontología, los rituales para sus dioses y uso de la mediciana naturista... (Sí, son varios los puntos suspensivos que pongo hoy en varias partes del recorrido).
Adentro y afuera, México se me antoja colorido y fuerte,
un pasado que pesa de esa manera tajante que no necesita de mucha explicación, como esta columna de un edificio al salir del hospital,
un Tlaloc con sus dientes y ojos enormes asentados sobre la tierra, quizás.
Color y fuerza, presente y pasado
La puerta del museo de la ciudad es una prueba más,
un museo en el antiguo palacio de los condes de Calamaya, un capricho más de los muchos que se encuentran por el centro de la ciudad
Afuera y adentro. Y en el centro, el punto de encuentro de las multiples caras del país, el Palacio Nacional
con su escudo y símbolos patrios
presentado por el soldado hispano y el caballero-águila mexica
Centro, unión y desunión. Ahí donde no podemos entrar a ver los murales de Diego de Rivera porque está cerrado por miedo a la manifestaciones de los muchos trabajadores (¡¡¡60.000!!!) que perdieron su trabajo en octubre porque el presidente decidió cerrar una de las mayores compañías de luz de la ciudad. En lugar de tratar de arreglar los problemas, decidió cerrarla por completo. Con razón la protesta,
Imposible ignorar la realidad, la osadía y autoritarismo del gobierno desdice derechos de trabajadores y poder de sindicatos. Imposible.
2 comentarios:
Me han impactado las pancartas.
Sí, impresionantes. Hace pocos años hubiera sido impensable que las dejaran tener ahí.
Publicar un comentario