Algo más de dos meses después abro la página de mi cuaderno de bitácora. En algún momento reconstruiré los cristalillos del recuerdo para remirar algo de aquel fin de semana en Nueva York, de la primavera en Madison, el inicio del verano entre Salamanca y Barcelona. Ahora es Lagunilla y es como más la quiero, en estos días de larguísima luz y estirado silencio, multiplicadas estrellas y grillos que iluminan el corazón de la madrugada, pasos de siempre e historias con largos brazos en el recuerdo y la memoria.
Por ser el lugar de referencia, la matriz, regreso y memoria, el pueblo sigue siendo ese bendito cascabel que nunca calla. Con solo ver un algo, lo reconoces y te reconocemos en él. Hoy son las campanas de la ermita
y la luz espectacular a esa hora del día
Es domingo. Miguel ha muerto. Es el segundo entierro de esta semana. Catalina también se nos fue. El tiempo. Tiempo que siempre parece latir con más fuerza en los lugares pequeños donde la memoria es ayer y hoy en todo momento, donde el tiempo mismo se deja pensar y sentir en su propia temporalidad. Acuciante.
Hoy son ellas, lo más cierto y apasionante, nuestro entender el tiempo