No te preguntes nada, solo mira.
Eso fue en un breve estanque, en Tepetzintla, en la Huasteca.
La Huasteca es verde, intensa, reflexiva, acogedora, exigente. Vuelvo a visitarla y la siento con la misma intensidad y emoción que la certeza de conocer y desconocer provoca: reconocerlo todo y entender lo elusivo, el capricho de la tierra misma con su gigantesca verdad. Esa verdad desnuda la fragilidad de nuestras percepciones. Pero son nuestras percepciones las que nos dejan vivr el vilo de las emociones. Por eso volvemos a los lugares que seducen nuestras pasiones.
Los lugares están pero son esas percepciones y sentires los que los contruyen. Tal vez sean como esas gotas líquidas que uno reconoce sobre la piel porque ya se posaron en ellas, pero que nunca son las mismas. A veces el peso es más líquido. Otras más espeso. Cada visita un mundo de vivencias líquidas o espesas, presentidas o inesperadas, viejas o nuevas
Eso fue en un breve estanque, en Tepetzintla, en la Huasteca.
La Huasteca es verde, intensa, reflexiva, acogedora, exigente. Vuelvo a visitarla y la siento con la misma intensidad y emoción que la certeza de conocer y desconocer provoca: reconocerlo todo y entender lo elusivo, el capricho de la tierra misma con su gigantesca verdad. Esa verdad desnuda la fragilidad de nuestras percepciones. Pero son nuestras percepciones las que nos dejan vivr el vilo de las emociones. Por eso volvemos a los lugares que seducen nuestras pasiones.
Los lugares están pero son esas percepciones y sentires los que los contruyen. Tal vez sean como esas gotas líquidas que uno reconoce sobre la piel porque ya se posaron en ellas, pero que nunca son las mismas. A veces el peso es más líquido. Otras más espeso. Cada visita un mundo de vivencias líquidas o espesas, presentidas o inesperadas, viejas o nuevas
Eso fue en Santa María de la Victoria, una pequeña comunidad otomí en el municipio de Zontecomatlán, en la Huasteca. En carnavales.
Muchos niños bailan, miran, imitan, ríen, esperan, gritan bajo máscaras cansadas de sudor, paliacates de tierra y montaña antigua. Bailan pasos de tierra. No hablan.
A veces tienes la sensación de que son ya grandes, que el espíritu del viejo habita muy cerca, entre la sabiduría del tiempo y el cuerpo transformado
Muchos niños bailan, miran, imitan, ríen, esperan, gritan bajo máscaras cansadas de sudor, paliacates de tierra y montaña antigua. Bailan pasos de tierra. No hablan.
A veces tienes la sensación de que son ya grandes, que el espíritu del viejo habita muy cerca, entre la sabiduría del tiempo y el cuerpo transformado
Eso fue en Xantolo.
Y esto
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