Los mapas nos sitúan cerca y lejos de un territorio. La vista puede fácilmente tirar un hilván desde Nueva Orleans a Tampico, bajar mas en el Golfo y llegar hasta el Puerto (de Veracruz). Puede que la distancia geográfica sea otra muy distinta para hacer el cosido, pero eso no importa. En el tendido de hilos, un Caribe geográfico y cultural, una historia compartida de puertos fluviales con un pasado comercial rico y significativo, una forma de vida marcada por transacciones marítimas e intercontinentales de todo tipo que marcaron y (probablemente) siguen marcando gran parte del ser de la ciudad.
11 de noviembre. Viernes.
Se agradece el calor, la humedad leve. Despertamos a la luz de la Plaza de Armas, palomas entre la gente, claxon de coches, obreros trabajando en el pavimento.
Carlos y Fanny van a llegar después del desayuno para que vayamos a caminar por el centro de la ciudad.
Es curioso, pienso. Durante todos los años que llevo viniendo a México, Tampico ha sido, por varias razones, una especie de escudo intransitable. Ahora, en muy poco tiempo, he pasado por la ciudad varias veces. Hoy es la primera que realmente la camino.
Las sensaciones que la percepción me ofrecen tardan en entender el contraste, el antes y el ahora, el ahora que me intriga y del que solo puedo comprender algo de forma parcial. Supongo que de muchas ciudades (si no todas) solo se puede comprender algo parcial. Supongo que muchas (si no todas) son como Tampico, una ciudad para vivir día a día y degustar de forma deliberada sus horas, sentir su pulso. Supongo que todas mantienen y fecundan su propia cadencia
Sin duda, Tampico tuvo un pasado mejor. Es fácil imaginar la vida comercial y cultural que la ciudad pudo tener con el boom económico que le dio el petróleo a principios del siglo XX. Ahora, a vista de pájaro, mientras nos asomamos a uno de los edificios del centro para ver el puerto y el edificio de la antigua aduana,
el trabalenguas urbanístico, económico y cultural parece percibirse entre resabios de decadencia y resurgimiento, lo cosmopolita y lo provinciano, lo que fue, es y será
En esos breves espacios de calles ruidosas y aceras llenas, la vida de las ciudades de clima caluroso y puerto se siente: el tiempo parece tener tiempo y los guardianes de los espacios son parte del paisaje diario
En esa acera, todo un territorio de cotidianeidad, de haceres genuínos, de autenticidades y presencias constantes,
un espacio de lugares icónicos, frontera de dos (o varios) mundos. Carlos nos guía. Es su ciudad, su territorio. La conoce muy bien, el antes y el ahora, lo que discurre al frente y tras bambalinas, los paseos y recorridos de otros, los suyos propios.
La mirada se mueve entre esas calles construyendo su carta de navegación, la historia de ultramar, ciudades y puertos conectados
Un poco más allá, El galeón, el centro de reunión de músicos huastecos, uno de esos lugares de los que siempre se dice que sus paredes prodrían contar muchas historias, muchos momentos vividos entre músicos legendarios
Hoy, por casualidad, nos encontramos con Monroy. Carlos le conoce muy bien. En realidad, él conoce muy bien a muchos músicos. Es periodista y una de sus grandes pasiones es el son huasteco, sus músicos y la cita con la vida que este género de música tradicional reclama
Entre este encuentro y paso a paso, Fanny y yo vamos recorriendo el hilo de la ciudad que Carlos lleva pegada a la piel y enredada en el sentimiento y la razón porque es y quiere ser de allí, puerto de arribo que mira hacia fuera y hacia adentro
Un recorrido por la antigua aduana nos ayuda a entender un poco más de la ciudad
Después recorremos otras calles y plazas
Son otras formas y costumbres,
una pequeña Nueva Orleans entre edificios de marcada herencia francesa colonial
pero siempre un mundo propio,
vivido, querido, tratado, admirado, descreído, mimado o abandonado
Mis sentimientos se entrecruzan en este paseo por este Tampico que todos sabemos fue vencido y sacrificado en el devenir de las guerras del narcotráfico. Como en otros lugares en México que han sufrido y siguen sufriendo por la mismas razón, la vida sigue y el espacio crea su propio dominio,
Antes de terminar el paseo entramos para ver la catedral, no tanto para encender una vela
sino para verla por dentro y ver las cruces que hay en el suelo, en el pasillo central
Por supuesto que llaman la atención. Por supuesto que atravesamos la Plaza de Armas para completar el trazo. Por supuesto que no alimentamos a las palomas y que como ellas, nos paramos a menudo y caminamos sin prisa
Muchas han sido las coincidencias con este puerto de Tampico en los últimos años a través de las personas que he conocido y de los amigos que aquí viven. El destino decidió que fuera ahora el momento de hacer la visita. Como siempre, nada mejor que la mano de un amigo para guiar ese paseo. No hay tiempo para descubrir otras partes de la ciudad o quedarse unos días para entender su ritmo. Salimos para Amatlán dentro de un rato. El Encuentro de huapango ya comenzó esta mañana y no podemos esperar mucho más.
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