Un último recorrido por Morelia mientras hago los preparativos para los próximos tres días en Tierra Caliente. A veces esos preparativos llevan más tiempo de lo que se uno prevee, especialmente si son cosas que asumes que son fáciles de averiguar (saber horarios o líneas de autobuses para un lugar como Arcelia, por ejemplo).
Un recorrido más repasando esquinas,
monumentos por los que he pasado casi todos estos días
Por la calle de San Agustín
he caminado buscando una farmacia, un lugar para recargar el teléfono, el puesto de los buñuelos, el otro de los tamales. Desde ahí he visto varias veces la trasera de la catedral
También paso por calles nuevas
o por otras ya caminadas pero que me regalan otras perspectivas
Mentalmente repaso la semana que he pasado aquí en Morelia y me vuelvo a decir que sin lugar a dudas, la gente es la que le da color y sabor a los días. El hecho de haber compartido con David, Huber, Alaín, Martín, Flor, Saya, Ana o Diego construyen la riqueza
Por la tarde me acerco a ver La casa de la cultura,
un espacio maravilloso que aprovecha el antiguo convento del Carmen. La iglesia sigue funcionando como tal
y el espacio del excovento es...
Escucho tocar guitarra, practicar piezas de violín que reconozco, esperar al maestro de bailes tradicionales,
al de danza clásica,
Cuando ya salgo, me digo que ésta es una buena foto para cerrar el album de Morelia,
esos que nunca se pueden cerrar.
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miércoles, junio 15, 2011
lunes, junio 13, 2011
Morelia tiene eso
Morelia tiene eso, ese ambiente de ciudad universitaria, esas mil iglesias, palacetes y casonas con patios que son utilizados para diversos fines. Hoy desayuno aquí
y sin pensarlo mucho comienzo a caminar buscando El mercado de los dulces. Claro que antes de encontrarlo me voy deteniendo en librerías, plazas o jardines como el de Ignacio Altamirano donde está el antiguo templo de la Compañía de Jesús
que desde 1930 funciona como biblioteca pública universitaria
Sí, llego al mercado y compro morelianas (obleas con cajeta o dulce de leche) y algunas cosas más, pero en realidad, hay algo afuera que me empuja a seguir caminando. No sé si es el buscar esa reutilización de los espacios. En el Templo de la Merced, por ejemplo,
me encuentro con que toda la parte de lo que antes era el antiguo convento, ahora es una escuela primaria
Puedes escuchar a los niños con su maestra desde la galería
Bibliotecas, escuelas, restaurantes
todo parece caber en el interior de esos muros.
Creo que también hoy estaba buscando pasar por aquí, por El mercado de los antojitos y la iglesia de San Agustín,
la plaza en el interior de los arcos con su fuente y sus palomas
En el exterior de esa plaza, bajo los arcos, hay puestos de comida. Después de la desamortización, los terrenos del exconvento se habilitaron para un mercado que llegó a ser muy popular. Parece que fue en 1972 cuando reubicaron los puestos en el pasillo de la arquería para que se pudiera admirar la fachada principal. Como en otras iglesias, adentro siempre hay calma
Afuera todo sigue, la gente, las tiendas, el bullicio del día
En la casa donde nació Morelos,
también encuentro otro jardín donde el tiempo se detiene
y como en el Palacio de justicia, murales de Alfredo Zalce,
Vuelvo a mirar hacia San Agustín a la salida,
antes de desandar la calle con sus legados arquitectónicos
para luego volver a salir a la calle Madero
con sus emblemáticos edificios,
sus portales,
su catedral
Hoy sí entro en ella. Barroca y sobria a la vez, las pilastras parecen subir más alto ahora que la veo vacía.
Bastante después regreso al mercado de los antojitos y mi postre es un buñuelo
Lo sirven con miel de piloncillo y me dice la señora que sólo utiliza agua, harina y sal para hacerlos, que deja reposar la masa para poder darles la forma antes de echarlos a la sartén. (Están ricos pero pienso en los buñuelos de mamá y tengo muy claro cuál elijo. El listón es siempre demasiado alto cuando se trata de esa comparación.)
¿Mi segundo postre? Escuchar a Serafín y a Alaín tocar en El huerto
y poco después de un paseo al atardecer
y de que la luna asome,
poder tocar yo también con Alaín y recordar músicas que aprendí con don Juan. Es la espiral del tiempo y de las pasiones.
y sin pensarlo mucho comienzo a caminar buscando El mercado de los dulces. Claro que antes de encontrarlo me voy deteniendo en librerías, plazas o jardines como el de Ignacio Altamirano donde está el antiguo templo de la Compañía de Jesús
que desde 1930 funciona como biblioteca pública universitaria
Sí, llego al mercado y compro morelianas (obleas con cajeta o dulce de leche) y algunas cosas más, pero en realidad, hay algo afuera que me empuja a seguir caminando. No sé si es el buscar esa reutilización de los espacios. En el Templo de la Merced, por ejemplo,
me encuentro con que toda la parte de lo que antes era el antiguo convento, ahora es una escuela primaria
Puedes escuchar a los niños con su maestra desde la galería
Bibliotecas, escuelas, restaurantes
todo parece caber en el interior de esos muros.
Creo que también hoy estaba buscando pasar por aquí, por El mercado de los antojitos y la iglesia de San Agustín,
la plaza en el interior de los arcos con su fuente y sus palomas
En el exterior de esa plaza, bajo los arcos, hay puestos de comida. Después de la desamortización, los terrenos del exconvento se habilitaron para un mercado que llegó a ser muy popular. Parece que fue en 1972 cuando reubicaron los puestos en el pasillo de la arquería para que se pudiera admirar la fachada principal. Como en otras iglesias, adentro siempre hay calma
Afuera todo sigue, la gente, las tiendas, el bullicio del día
En la casa donde nació Morelos,
también encuentro otro jardín donde el tiempo se detiene
y como en el Palacio de justicia, murales de Alfredo Zalce,
Vuelvo a mirar hacia San Agustín a la salida,
antes de desandar la calle con sus legados arquitectónicos
para luego volver a salir a la calle Madero
con sus emblemáticos edificios,
sus portales,
su catedral
Hoy sí entro en ella. Barroca y sobria a la vez, las pilastras parecen subir más alto ahora que la veo vacía.
Bastante después regreso al mercado de los antojitos y mi postre es un buñuelo
Lo sirven con miel de piloncillo y me dice la señora que sólo utiliza agua, harina y sal para hacerlos, que deja reposar la masa para poder darles la forma antes de echarlos a la sartén. (Están ricos pero pienso en los buñuelos de mamá y tengo muy claro cuál elijo. El listón es siempre demasiado alto cuando se trata de esa comparación.)
¿Mi segundo postre? Escuchar a Serafín y a Alaín tocar en El huerto
y poco después de un paseo al atardecer
y de que la luna asome,
poder tocar yo también con Alaín y recordar músicas que aprendí con don Juan. Es la espiral del tiempo y de las pasiones.
domingo, junio 12, 2011
Domingo entre Morelia y Acuitzio
Las calles de domingo en Morelia, vuelven a recordarme a las de Salamanca, más calladas y vacías después de una noche larga. Asoleadas y limpias, calles y aceras hacen espacio y se dejan caminar
Salgo a desayunar a un lugar por el que siempre he estado pasando estos días por las noches y donde siempre parece haber gente. Es El jardín de las rosas,
un pequeño espacio con su fuente, estatuas y el ambiente inconfundible que probablemente se deje sentir a cada hora del día. Hoy son los pintores quienes exponen sus obras para venderlas. Todo tranquilísimo. Aire y espacio convertidos en tiempo intocable
Alrededor, edificios de los siglos XVI, XVIII y XIX, el conservatorio, la iglesia dedicada a Santa Rosa de Lima
la antigua capilla doméstica de los jesuitas que luego pasó a manos de las carmelitas y más tarde a manos del gobierno para funcionar como cárcel de mujeres y como cuartel hasta que en 1966 pasó a ser el teatro Rubén Romero
Espacio y tiempo. El café en ese lugar y a esa hora me reaviva y me deja estar en otro lugar a la vez
El pasaje es breve. Me esperan a la 1 para ir a Acuitzio. En lengua tarasca, Acuitzio, significa "Lugar de serpientes". De los aproximadamente 10.000 habitantes que tiene, apenas si un 0.20% habla ya purépecha. Sólo el centro conserva un poco de la arquitectura y colores de pueblos de la zona como Patzcuaro y Tacámbaro
La visita a Acuitzio es mas social que turística. Cuando llegamos, Martín ya está tocando
Ayer compartimos el día y hoy, antes de que Saya salga para México, volvemos a comer juntos y a tocar música
Salgo a desayunar a un lugar por el que siempre he estado pasando estos días por las noches y donde siempre parece haber gente. Es El jardín de las rosas,
un pequeño espacio con su fuente, estatuas y el ambiente inconfundible que probablemente se deje sentir a cada hora del día. Hoy son los pintores quienes exponen sus obras para venderlas. Todo tranquilísimo. Aire y espacio convertidos en tiempo intocable
Alrededor, edificios de los siglos XVI, XVIII y XIX, el conservatorio, la iglesia dedicada a Santa Rosa de Lima
la antigua capilla doméstica de los jesuitas que luego pasó a manos de las carmelitas y más tarde a manos del gobierno para funcionar como cárcel de mujeres y como cuartel hasta que en 1966 pasó a ser el teatro Rubén Romero
Espacio y tiempo. El café en ese lugar y a esa hora me reaviva y me deja estar en otro lugar a la vez
El pasaje es breve. Me esperan a la 1 para ir a Acuitzio. En lengua tarasca, Acuitzio, significa "Lugar de serpientes". De los aproximadamente 10.000 habitantes que tiene, apenas si un 0.20% habla ya purépecha. Sólo el centro conserva un poco de la arquitectura y colores de pueblos de la zona como Patzcuaro y Tacámbaro
La visita a Acuitzio es mas social que turística. Cuando llegamos, Martín ya está tocando
Ayer compartimos el día y hoy, antes de que Saya salga para México, volvemos a comer juntos y a tocar música
Antes de que termine el día vuelvo al Jardín de las rosas. También ahora el aire y los sonidos son de tarde de domingo. La conversación es otra. Con Diego hablamos del valor social de las tradiciones, el espacio de la fiesta alrededor de la tabla como punto de encuentro entre generaciones, búsqueda y encuentro de nuestra temporalidad
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