El hotel donde nos estamos quedando está lleno de gente que participa en el festival, gente de todas las edades, de muchas regiones argentinas. Hay una familiaridad que me sorprende, un compartir en un ambiente relajado y a la vez de respeot que nunca había vivido. Hoy pasamos gran parte del día aquí, ensayando primero, tocando con otros después. (¿Han sido cuatro horas tocando con ellos?) Un bandoneón suena y te acercas a escuchar, un violín aparece y el otro saca el suyo para tocar. Chacareras, gatos, escondidos, milongas. Es el folclore de aquí, es lo que la gente vienen a tocar, bailar, escuchar. Jóvenes y menos jóvenes, niños que te dicen con pasión que dentro de nada van a empezar a bailar.
Es nuestro segundo aquí y todavía estamos tratando de entender el ritmo de estos días con otro sentido del tiempo, la noche y el día, sin horas de reloj, horas marcadas por la música en peñas, en la calles, en el teatro, en este patio de aquí o de allá. Y dicen que esto no es nada comparado con los nueves días del festival, las nueve lunas. No sé dónde cómo el hoy se fue tan deprisa. Cuando salimos hacia las ocho de la noche, el grupo de malambo todavía está ensayando
Hacen malambo del norte, el del gaucho con sus botas de taco alto y fuelle, el pantalón bombacha, el sombrero, el pelo largo como imagen deseada del argentino, del gaucho, una imagen que le da prestancia y una fuerza inconfundible;
es el malambo que se acompaña con guitarra y bombo, tal vez un violín o bandoneón
y diferente al malambo del sur que se acompaña sólo con guitarra y en el que el hombre viste bota de cuero de caballo, sin taco, con los dedos al aire, el poncho como chiripa (porque era por chiripa que el gaucho del sur llevara pantalones), chistera
Ver bailar malambo es fantástico. En grupo o como solistas, la intensidad es la misma.
Pasamos un buen rato en el festival escuchando a cantantes, charanguistas, guitarristas, viendo a grupos de danza...
Luego nos vamos a la peña del grupo Ceibo, la Cosquinense. Es un grupo de gente joven con unas voces realmente increibles. En la tradición del folclore argentino, utilizan el trío de voces de forma magistral. También conocen a su público y manejan el repertorio a su antojo, lo nuevo y menos conocido, lo diferente, luego lo viejo, lo que todo el mundo se sabe y puede cantar. Los pañuelos despiertan para el baile
y chacareras y zambas animan aún más el ambiente.
Luego tocamos nosotros. Una energía diferente. Otras música de otros lugares que completamos con un bambuco rápido y terminamos con una chacarera con la que el público vuelve a emocionarse. Son las cuatro de la mañana pero la noche continúa. Nuestro ángel de la guarda de estos días, Gastón Pavesi coge su guitarra y su voz bien timbrada todo lo llena
Gastón, excelente músico y buenísima persona, ha estado con nosotros estos dos días. Es de Tucumán y lleva viniendo a Cosquín desde hace once años. Muchos le conocen. Moverse con él es como portar pasaporte de la tierra. Su dulzura va en el canto, sus pasos, sus maneras; su misterio en su memoria y su sueño; su pasión en el guitarreo. Su zamba suena hermosa y los pañuelos saben la huella del coqueteo. Imposble no dejarse seducir
La noche parece infinita. No hay horas para despertar al día. La música de un boliche de disco al lado no nos quita el sueño.
7 comentarios:
Da gusto ver a tanta gente haciendo lo que le gusta y pasándolo bien.
Besos.
Tawaki, la verdad es que es un poco impresionante la cantidad de gente que viene a Cosquín para tocar la música que les gusta. Es un poco otro mundo.
Besotes
Maravillosa tu crónica, como siempre.
Y no veas cómo me recuerda a los dos encuentros corales que viví en Ecuador y en Cuba y que espero repetir (este año toca Holanda).
Disfruta de todo y de todos.
Besitos/azos.
Mariano, te creo. No dejo de pensar que hay algo en la música que nos deja adentrarnos en otros mundos con mucha más facilidad, una forma de compartir diferente.
Un abrazo
¡Cuánta intensidad rezuma esta entrada!
Los músicos vivís en una dimensión extra, siempre lo he pensado.
:)
Que lo sigáis pasando tan bien.
Besos
Ya veo que te lo estás pasando genial en el verano austral... y no veas la envidia que nos das a todos.
Mi hermano, que tambien es músico aunque por desgracia menos profesional que tú (vive de otra cosa aunque la música sigue siendo fundamental en su vida), dice que es imposible que un músico sea una persona triste o depresiva, que la música es otra forma de vida y que tenéis una conexión especial aunque los estilos en que lo hagáis sean diferentes... y yo, que le conozco desde que nació, le creo. Por eso me das aún más envidia.
Bicos y a seguir "trabajando-disfrutando".
Bicos ;-)
Irreverens y banderas, os respondo a los dos a la vez porque siento vuestro comentario con el mismo espíritu. Creo que la música te deja vivir las cosas de otra forma. Puede que cierre algunas puertas pero, en general, abre muchas y te deja acercarte a la gente mucho más. Si valoras las músicas de otros, te aprecian; si las tocas, vienen a darte un abrazo.
Un beso grande para los dos
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