No hemos madrugado para llegar a la fiesta. Igual nos hubiera tocado el atasco de todos los que llegan para los toros, “la pamplonada” como aquí le dicen. La cola y el atasco en el camino ha sido como la mejor de las entradas a Madrid después de un puente. Aunque aquí es todavía más desorganizado y loco.
Ya cerca de Tlacotalpan, las escenas de contrastes se repiten. A pesar de que los extranjeros casi hasta le roben el alma a la ciudad, mucho de la ciudad misma continúa
Aunque siempre se puede sacar algo de quienes llegan inventar simples formas de conseguir unos centavitos
Nos asusta ver tanta gente y casi hasta dan ganas de buscar un plan diferente para el día. Poco a poco nos damos cuenta de que muchos han llegado solamente para ver los toros. Después de comer en un restaurante que nos recomendó nuestro querido Juan Ordóñez, caminamos por calles y plazas. Entre los colores de las casas y el contemplar a gente aquí y allá, la diversión está asegurada,
y no sólo para los de fuera sino para los del lugar
La calle y sus gentes son un espectáculo en sí, desde el vendedor de globos que se anuncia con su silbato,
al vendedor de flores naturales con sus colores que realmente te hechizan
De fondo, estos arcos
Creo que no hubieran podido elegir un marco más apropiado.
El paseo se convierte en un festín visual. Mires a donde mires. Por supuesto que el mariachi no podía faltar,
ni tampoco los puestos de ropas y vestidos regionales
Y todo eso en la plaza de la iglesia de La Candelaria, la disculpa de la fiesta;
iglesia de blancos y azules sobre un fondo del mismo color, su puerta sencilla y preciosa
Iglesia contrastando con los colores de las casas que rodean el lugar,
juegos
entretenimientos
y todo tipo de comida, pan dulce y churros para los antojos, pipas garrapiñadas para ver por primera vez su proceso
2 comentarios:
¡Cuánto colorido! Se aprecia el vibrar del ambiente.
Esos mercadillos son una locura de color y ruido. Lo inimaginable está ahí.
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