Son poco más de las dos cuando regresamos a las cabañas. Hay luz suficiente para hacer un recorrido por la selva y sí, lo hacemos. Nos guía el sobrino de Enrique. Sus pasos se mueven agilísimos y rápidos, sabios. Conoce los rincones, cada sendero. Nos va enseñando los árboles, para qué se utilizan, a qué saben,
cómo se visten de un color u otro, una distancia u otra
Es un paseo que te empequeñece
y a la vez te vivifica
No nos detenemos mucho
aunque el asombro se mueve de tronco en tronco,
particularmente cuando te encuentras con la poderosa fuerza de las ceibas, el árbol sagrado de los mayas. Imposible fotografiar su grandeza. Ésta tiene 900 años
Sin duda, su longevidad las embellece.
Caminamos, hablamos o no. Hay mil sonidos y voces alrededor.
El juego es infinito. Mira, te puedes subir a éste árbol
y asomarte a sus ventanas
Así es su tronco
Árboles palo mulato, caobas, árboles de hule, palmeras, mil más que no recuerdo
y otra ceiba de 600 años
Es la selva lacandona, poderosa y gigante.
Los lacandones fueron los únicos mayas que nunca fueron conquistados por los españoles. Tampoco fueron cristianizados. Sobrevivieron recluídos en partes remotas de la selva de Chiapas y durante siglos no mantuvieron contacto con los españoles o con otros mexicanos. En la actualidad viven de forma simple, muy cerca de la naturaleza grandiosa en la que habitan. Sus creencias y rituales les conectan con los antiguos mayas, lo mismo que su profunda convicción de que el mundo que les rodea está vivo. La selva está viva. La conocen, la cuidan. En ella y con ella viven, y de ella obtienen no sólo alimentos sino medicinas y fuerza. A ella también acuden para realizar sus ceremonias espirituales.
Te presento a Esna y Katom, los nietos de Enrique, nuestro anfitrión
Te presento a Enrique con su hijo Enrique y su yerno Carlos
6 comentarios:
bonitas fotos y mucho para aprender!!!!
saludos maria
Empequeñece... me quedo con eso que dijiste
Saludos
Qué belleza de árboles. Cómo me gustaría visitar ese lugar.
Un beso, afortunada.
preciosos/impresionantes los árboles
preciosos/felices los niños
precioso/envidiable tu recorrido
besos
Esta entrada y la anterior se complementan como tu viaje: las maravillas humanas y las naturales.
Me impresiona el contraste; o, más bien, cómo se integran ambas maravillas a pesar del contraste.
Pipita,
gracias.
Viking,
es cierto. Creo que hay que estar allí para sentir el poder de esas raíces impresionantes, la fuerza, los sonidos...
Leo,
te encantaría ese corazón de la selva, sí.
José,
qué bién que te esté gustando. Seguro que tú tienes alguno parecido a éste.
Besos
Fernando,
sí, estas dos entradas van juntas, como esa naturaleza y esa humanidad en esos lugares en los que ambos son inseparables. La simbiosis se hace evidente en cuanto pisas el lugar.
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