Fácilmente hubiéramos podido seguir hace dos días desde Teno hacia el sur y llegar al acantilado de Los Gigantes pero hubiera sido demasiado día, demasiado viaje. No merece la pena ver, ver y ver sin dejarse tiempo para hacerlo con calma y saborear los momentos. El destino es ese, pero antes hacemos un par de paradas. Las fotos de hoy son de una de ellas, de Masca, ahí donde solo viven una diez personas y no dejan construír más, donde la mirada desemboca en el mar y un poco más al fondo, La Gomera
Bajamos hasta donde están las casas. Hay gente que sigue atrochando y llega hasta abajo del todo pero ni somos caminantes de marchar horas ni estamos preparados para hacerlo. Esa cuesta, aunque no muy larga, es agotadora por lo empinado pero también porque las pizarras resbalan y no ayudan al caminar
Menos mal que T. nos regalas una sonrisa esperanzadora que dice, ¡ya casi!
De allí arriba venimos
y esto es lo que vemos al mirar hacia abajo
Es espectacular. A pesar del calor, de la carretera y de habernos encontrado con un autobús con el que hubo que negociar maniobras de al menos diez minutos
Selfie antes de seguir,
descender el camino acompañados de su porte
y llegar hasta el mirador desde donde se puede ver el acantilado
Casi se alcanza a ver el faro de Teno, donde estuvimos antes de ayer
Dejamos el coche en El puerto de Santiago
y comemos en la Playa de los Guíos, donde comemos y desde donde seguimos viendo esa magífica formación de costa
Luego vamos a la playa de Fañabé, en la costa de Adeje, cerca de Playa de las Américas pero sin la masificación y el turimo intransitable de ésta
Nos bañamos, nos tumbamos en la arena y disfrutamos del momento, la gente, el sol cayendo y la belleza calmada que trae
Lo mejor de la cena de ese día en La casona del vino fue la ensalada de bacalao y pimientos,
y esa camiseta de otro comensal que tanto dice