El pueblo, a ambos lados de la carretera, es pequeño y la parte atractiva es la que marca el campanario. Hacia allá vamos
y ahí nos entretenemos en ese espacio sin gente, con farolas en espera, puertas cerradas, esquinas
y calles empedradas que realmente invitan
Pasamos un rato abriendo puertas imaginarias y seguimos camino
Vamos a Icod de los Vinos, famoso por los vinos y también por el drago milenario. Ese drago por el que mucha gente va a Icod no es este que mantienen apuntalado
Es bonito Icod
con sus calles empinadas y sus casas que recuerdan viejas mansiones
Los patios de algunas de ellas lo muestran. Este, por ejemplo, fue una antigua casona que hoy han convertido en el museo de Malvasía, tienda de vinos y otros productos de la tierra. El patio de la casa es una pequeña joya
y la tienda-museo, un suspiro para lo gourmet
Probamos uno de los vinos blancos de Malvasía que ha ganado varios precios, compramos miel y seguimos
hasta la Plaza de Lorenzo Cáceres con su vegetación recogida y su iglesia de San Marcos, una de las iglesias de estilo canario construída en la primera mitad del siglo XVI
Desde esa plaza vemos el Drago Milenario. Carismático y ancestral. Dicen que tiene mil años aunque nadie ha podido confirmalo ya que no tiene anillos para contar sus años
Más abajo hay otro espacio que nos deja ver cómo estos pueblos tinerfeños se asientan en las laderas de las montañas y cómo juegan con la luz
Es Canarias
Deshacemos el camino y dejamos las calles empinadas. Decidimos no comer aquí a pesar de que el olor a sardinas se convierte en verdadero antojo y nos recuerda que ya es casi la hora de comer
1 comentario:
Me encantan las calles, los patios y las farolas que juegan a las cuatro esquinas, pero me quedo con el drago. Los árboles me pueden.
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