Ponerle una tarjeta al teléfono no es tan fácil como yo pensaba. Lo primero es saber que en los kioskos se compran. Aquí, como en España, los kioscos son clave en la vida de la ciudad: el periódico, las revistas, los crucigramas y sudokus, las golosinas, la información, el punto de encuentro. Los hay por todas partes, como los puestos de zumos (con o sin vitaminas añadidas) y los bares. Lo segundo, comprender que no sólo hay que comprar la tarjeta sino que hay que registrar el teléfono a tu nombre y esperar unas dos horas para poder empezar a hacer llamadas. Lo tercero, enterarte de qué compañía y qué programa de llamadas porque hay mil opciones. No llegué al tercer punto porque no me iba a enterar de nada. Compré lo suficiente como para hacer llamadas locales en estos días.
Parte del proceso de entender un poco más cómo funciona cada lugar. En ese sentido, el paseo de hoy ha sido algo parecido.
Son las tres cuando llego al centro. El metro es fácil de navegar. Conveniente. Está limpio y parece seguro. Salgo a la Praça Floriano que, según cuentan, cobra vida por las noches con sus cafés al aire libre y animadas conversaciones sobre política y sociedad
Camino a lo largo de una de Rio Branco, una de las avenidas de la zona. Sé que hay uno de esos paseos guiados por la zona pero es demasiado largo (4 horas) y hay cosas que no me interesan. Entro en el Museo Nacional de Belas Artes y le pregunto al guardia de seguridad por dónde, qué es lo más interesante. Esto no, esto sí. Voy hacia la iglesia de La Candelaria pero no me mantengo en la avenida. Calles y callejones tiran de mis pasos una y otra vez, plazas y calles llenas de gente, con todo el contraste que la ciudad respira, una iglesia del siglo XVII
junto a los edificios del urbanismo de nuestra modernidad,
el contraste extremo de gente en todos sus matices de color
o formas,
desde lo que nos pueda resultar más a ajeno
a lo más familiar
Tengo cuidado. Dicen que Río es peligroso.
Hay mucho ruido, muchísimo. Cerca de la plaza del metro Carioca, el ruido de las tiendas y anuncios se confunde con el del tráfico. El ritmo es rápido. Gente caminando, gente que compra, que vende, que símplemente está
En este callejón, como en el anterior, todo se entremezcla,
el rompecabezas humano, el arquitectónico,
los colores,
los anuncios que parecen estar muy fuera o muy en el lugar
Yo soy la única ficha que parece estar descolocada. Pero no hago caso. Sigo caminando rápido, haciendo fotos sin entretenerme mucho en medio de esa arquitectura que a pesar de que pertenece tiene algo de anacrónico también
Cuando vuelvo a la avenida principal ya voy buscando la Praça Pio X donde está la iglesia La igreja de Nossa Senhora de Candelária, una construcción del siglo XVI que más tarde fue renovada a finales del siglo XVIII
Junto a la plaza, me acerco al Centro Cultural Banco de Brasil, una sala de exhibiciones con una exposición sobre favelas. Precioso el lugar
e impresionante la exposición
No me queda mucho tiempo más de luz y camino rápido hacia el convento de San Benito. Está más lejos de lo que creía y sólo llego a ver la iglesia pero desde lo alto, la calle me enseña sus casas venidas a menos, el tráfico pesado
y las maravillosas ideas de los cariocas, un campo (con sus limitaciones pero campo) para jugar al fúbol en lo alto de un edifico
Se va haciendo de noche cuando vuelvo a bajar. Recorro de nuevo la manzana con todas esas casitas de fachadas casi en ruinas
y camino hasta la zona portuaria aunque no me paro mucho:
el olor es insufrible y hay demasiados militares en la zona, demasiados coches, pescadores ansiosos tirando una y otra vez el hilo con el anzuelo
Es hora de seguir camino. Vuelvo a otra de la avenidas principales y como en todo este paseo, descubro más joyas aquí y allá, casas con fachadas preciosísimas, algunas muy abandonadas y otras muy cuidades, la plaza desde se coge el ferry a Niteroi y hacia donde todo el mundo corre como si fueran a perder el último del día,
el Palacio Imperial...
No queda luz. Hay que volver otro día.
Ahora es el momento de tomar un café del país, tratar de entender su sabor y tal vez repasar porqué lo hacen así y no de otra manera. Como todo.
8 comentarios:
Una de mis aficiones favoritas, es salir de viaje de vacaciones, cuando no son fechas propias de vacaciones. Cuando llego al lugar, me gusta irme al centro, y, o pasear por él, o sentrame en una terraza, a observar, en ambos casos, el ir y venir de la gente, en sus quehaceres habituales... El que sale de trabajar a tomar un café, un refresco, la señora con niños pequeños, las chicas jóvenes a horas en las que quizás deberían estar en clases, estudiantes universitarios... Te das cuenta de que, todo, se asemeja mucho más de lo que parece... La vida, no se diferencia tánto de unos a otros... Cambia el marco, el contexto... pero solemos hacer las mismas cosas...
Después, me gusta perderme entre las callejuelas... esas que no se ven, a menos que te quieras adentrar en ellas... Las que no salen en las guías de viajes, y observar el pequeño almacén de barrio, la casa modesta, el zapatero...
El centro de Río, me recuerda al de Cádiz... Parecida edificación... calles.
Preciosos dos reportajes, Raquel. ¡Qué espléndida forma de entender la vida Raquel! Que sigas disfrutando el viaje y la vida. Besos. Rafael.
Viajar de tu mano es siempre un auténtico placer, Raquel.
:)
Realmente es como si estuviéramos allí contigo, comentando esto y aquello, tomándonos ese café...
Besotes
Cómo me gustaría uno de esos cafés, bien reposados y conversados.
Hola Raquel..bueno yo soy una desconocida para tí pero todas los días me gusta leerte...y jo es una suerte poder hacerlo un besito..y de paso también he conocido a todos los que te escriben y te acompañan...
Qué gozada de viaje, Raquel.
Quiero máaaaaaaaaaas.
Besosss
¿de Niteroi siguió camino a Buzios, Raquelcita?
Tiene una nominacion en mi blog, cuando desee puede pasar a retirarla , abrazo
Brasil me atemoriza un poco por el tema de la delincuencia...aunque dicen que está más controlado que en años anteriores por la disposición de sacar a los militares en las zonas más conflictivas. De todos modos, es un destino que atrae (en lo personal, quisiera conocer Belo Horizonte o Curitiba).
Y como ves, para ellos el fútbol es pasión y se juega en todos lados. Saludos afectuosos, de corazón.
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