sábado, abril 11, 2015

Último despertar al parque

Estando en este hotel deCórdoba me transporto a Cosquín. 2009. Enero. Verano del sur. Muchos de los músicos que han venido para tocar, escuchar y vivir el Pre-Cosquín están alojados en el mismo hotel en el que estamos Pancho, Selim y yo. La noche es día y el día duerme. La noche y la madrugada son música y la mañana calla.
Algo parecido pasa en este hotel de Córdoba, excepto que no se duerme ni de noche ni de día porque cuando no hay conferencias hay mesas redondas y cuando los conciertos terminan, el fandango comienza. Casi todo el hotel está ocupado por músicos y participantes en el 9º Encuentro de son jarocho, huasteco, huapango, trovada y fandango. (Ese nombre tan largo es por cuestiones técnicas pero todos sabemos que es el Encuentro de Córdoba). A las 2 de la mañana puede sonar una jarana o un violín. El gallo no es el que despierta, sino ese mismo canto de jarana, huapanguera o violín. Tal vez un zapateado al fondo.

Hoy las mesas redondas se dedican a la música tradicional y a la labor de los promotores culturales en diferentes regiones. Mientras, antes o después, el parque respira palomas y calor




Respira globos, juegos de agua, fuente,




un fluir lento en ese tiempo que se siente detenido




en medio de ese parque enmarcado por el sabor único de esa arquitectura de trópico 


y luz. ¡Luz!



La tarde es para la música, que llena la plaza, que llena el estar. Hoy comenzan Los cultivadores del son, con esa cadencia y ese indiscutible sabor del son campesino de Los Tuxtlas;


el son huasteco de Los Brujos de Huejutla después;



los anfitriones Soneros de Huilango,


el Trío Tlacuatzin, 


Mono Blanco 


y muchos más. Guillermos Velazquez y los Leones de la Sierra De Xichú, y Los Parientes de Playa Vicente también.
Ninguno de estos grupos cobra por tocar. Se les paga el viaje, el alojamiento y la comida. Hay que mover muchos hilos para articular todas las piezas del rompecabezas y lo impresionante es que Gloria Trujano, Jorge Cruz y el resto del equipo de los Soneros de Huilango lo hacen de forma altruista.
Está claro que la música tradicional no te hace rico pero enriquece el alma y agranda corazones. Hay muchas razones para seguir viviéndola y alimentándola. 

¡Vamos!

1 comentario:

Tawaki dijo...

Hay todo un mundo más allá del dinero, un mundo que no te sacia tampoco, pero que alimenta el espíritu. Cuando a uno le gusta lo que hace el trabajo no cansa.