Conocí a Arturo y Blanca en noviembre de 2010, cuando Son Raíz se hizo en Citlalteptl. Desde que los conocí siempre me han apoyado en todo lo que pudieran. No solo a mi sino a muchas otras personas.
Ahora, cuando vengo para pasar algo más que tres días y hacer trabajo de campo en la región, vuelven a abrirme la mano y me dan mucho más de lo que ellos se imaginan. No solo me dan un espacio en su casa sino que me abren una puerta a esa región diversa y multiétnica, rica en recursos pero empobrecida por sistemas de gobierno que históricamente la han marginado.
Tal vez se pueda decir lo mismo de muchas otras partes de México o de otros países. En la Huasteca, los procesos sociales y económicos son especialmente complicados por el número de grupos indígenas que en ella viven en constante interacción con los mestizos y cómo, desde la conquista, se han tenido que ir adaptando a nuevas formas de vida, distribución agraria y poblacional, y reajustar sus prácticas estéticas, su pensar y sentir, a esas nuevas formas.
Hace calor pero no es tanto como en mayo, junio. Tampoco hay tanta humedad. Pero si un verde que te envuelve como rebozo fundamental en noches de otoño
Ahí, a las afueras del pueblo, está la casa que Arturo y Blanca están construyendo
y desde la terraza en la parte de atrás, la vista es esa, la que inunda la
sierra de Otontepec.
No hay otro espacio
Hace una semana hicieron la ofrenda de los elotes y todavía quedan las huellas
Por lo demás, todo sigue su ritmo
y el tiempo detenido o no es una cuestión de interpretaciones
Por la tarde nos acercamos a ver a Don Tino. Su violín lo tiene su nieto, a quien está enseñando a tocar, así que, solo nos sentamos y platicamos con él sobre los sones de costumbre que toca, la música, el tiempo, sus piernas que poco a poco se van componiendo
Luego volvemos a casa mientras el sol se pierde entre calles
y desde la terraza entrega los último versos del día
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