lunes, febrero 29, 2016

Inolvidable Fiesta del Huapango - Tanquián 2016

En Tanquián hay una ceiba que extiende sus brazos de larga raíz. Es alta, elegante, creadora. Sabe que ese es su lugar y acoge, contempla, ve más allá. Roza el alma de muchos

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En Tanquián hay una fiesta de huapango. Nacida de ceiba y alimentada de luz y tierra, sus brazos también son largos y su corazón dulce y generoso. Es una fiesta que bebe frescas buganvillas y pájaros eternos. Así lo entiendo.

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Quienes están detrás de esa fiesta es gente sencilla, poetas, cantores, inventores de vida, mentes y manos trabajadoras que sorprendieron la idea hasta gestar un hilo tejido de razones en el que pasado y presente, presente y futuro se entrelazan con música, historias de vida y corazones. Tejida con entrega y generosidad, su hilo es tañido por quien desde meses atrás articula el rompecabezas, quien está detrás del escenario, quien llega a tocar, cantar, bailar huapango y compartir, quien escucha, quien pone o quita una silla, quien prepara el café para que no falte una mirada clara, los frijoles para que la mano no tiemble, los tamales para que la razón persista, los bocoles para confortar el alma.


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No sé cómo haya sido para otros pero para mí y para aquellos con quienes conviví, creo que el asombro tranquilo y emocionado no basta para describir muchos de los momentos. Primera vez ahí. Primera en caminar en sus vísperas, los pasos de los sones de Xantolo como latido tamboreando en la piel y más adentro; Víctor, Fego y Román tocando para los niños, el inconfundible sonido de ese violín poderoso, esa voz de diamente y ese rasguido sabio;

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doña Tomasa cantando para todos, sus ojos en lágrimas de vida; 

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tríos alborotando sentires; Tlacuatzin haciendose grande;

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brujos, microsónicos, santas cecilias, lacos, perseverancias, colibríes, lázaros y tantos otros; los niños de Iyalab, los otros; el sol fuerte de los despertares, la luna grande de tarima de huapango y romance; Lucio abrazando a su hermano, todos sonriendo su sonrisa, su mente en la nuestra. Primera vez en ese espacio de fuerza y reencuentro, de certeza: existe un vivir que alguien te ayuda a vivir para duplicar su intensidad, una pasión y una claridad que va más allá de lo que se puede explicar. No ocurre muy a menudo. Es una espiral alimentada de ceiba. Es la fiesta que nos recoge y envuelve, nos pone en vilo, alerta los sentidos y la razón, nos regala otra luz y una esperanza: la vida es sencilla cuando compartimos y somos capaces de poder dar, recibir, dejarnos asombrar. Así entiendo que ha sido y es
la Fiesta del huapango en Tanquián.

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Gracias Eloy por querer llevarme allí junto a Yuyu, Fanny, Rosmilda, Dunia, Fego, Victor, Román, Carlos y Axel; junto a Manolo, Ana Zarina y Zyanya; junto a Cecilia y Melito, Armando y todos los que tras bambalinas tejieron y tejen para que los demás disfrutemos de la fiesta, ese gran pedazo de emociones, buena música y humanidad.


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3 comentarios:

Axel Juárez dijo...

Tu hermosura se traduce en palabras y en una certera crónica. Fue un gusto tremendo compartir contigo, con todos, engranajes necesarios de una maquinaria precisa de amor, de amistad, de incalculable gozo.

Raquel dijo...

Gracias Axel. Exactamente, "engranajes necesarios de una maquinaria precisa de amor, de amistad, de incalculable gozo". De veras que nunca mejor dicho

Anónimo dijo...

Sólo leerte ya es un gozo!. Indescriptible las fibras que se despiertan al revivir en la mente tu fiesta, ese cariño que desprendes con los amigos y esos adjetivos del momento, son increíbles. Como siempre, es una delicia pasar por tu página. Como la ceiba, “roza el alma de muchos”.

JM y Marga.