Llegué de madrugada a Huejutla. Como en muchas otras muchas partes de la Huasteca, la única opción para llegar allí desde Xalapa es por la noche: el autobús sale a las 10 de la noche y llega de madrugada, al despuntar el día.
Después de un café y unos bocoles, el mercado es el reclamo. No podría ser de otra manera
Los rostros que me encuentro en este mercado me parecen maravillosos. Todo les pertenece. Sus instantes, también, todo lo habitan
como el hacer de sus manos. Sus manos.
En el mercado, todo tiene su tiempo y su momento. Siempre está ahí pero siempre cambia. A veces los puestos de comida ahí, otras veces más acá
A veces el grano está ahí, a veces los animales vivos un poco más allá
El ruido también es considerable, por los puestos donde vende discos pirata, por los reclamos de los vendedores ofreciendo su producto. No en todas partes es así. Una banda se escucha a lo lejos, un poco más arriba. El gusto por la música de banda en muchas partes de México es difícil de ignorar. En la Huasteca tiene una presencia constante en muchas ocasiones festivas. Inconfundible el estilo tocando sones de Xantolo y asombrosa la capacidad para asimilar otros géneros musicales y adaptarlos al suyo
Salgo un rato de los callejones bajo los toldos de plástico. Junto a la iglesia siempre hay espacio para descansar. Hay calma
No soy la única que con curiosidad mira esto y lo otro
Sí, en cada momento y en cada punto, algo pasa en esos mercados vivos y múltiples
donde cada cosa habla de un hacer, de la tierra misma, las formas de hacer más íntima, las que explican sin necesidad de palabras
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