Como siempre y como nunca, como cada día en lo cotidiano y lo extraordinario, el paseo de hoy recoge lo que le pertenece a la tarde, a la estación, al momento. Es Lagunilla a finales de julio, el campo tardío como nunca, las calles vacías de niños jugando o corriendo, vacías de otros caminantes que salen de sus casas cuando el sol cae y el calor cesa, las candelas en el suelo
y las castañas apenas comenzando su camino, suaves todavía en su erizo
En medio de la movilidad incesante de gentes, acontecimientos y haceres propios o ajenos, hay cosas que no cambian. Hay luces como las de otras tardes y tonos como los de otros siempre, espacios que una y otra vez te llevan al lugar exacto. Es la parta baja del pueblo, junto a la ermita del Cristo, la Iglesia desde allí, las casas con tejas de barro y chimeneas
Es el sol dorado de la tarde de verano y esos momentos que no tienen prisa, la conversación que se alarga tranquila en el fluir de ese sol que ya no inquieta,
junto al huerto también agradecido por el riego y el aire más tranquilo
Es la primera vez que viene Osiris. la primera vez de ese agua fresca de la fuente camino al Canchal
Vamos contando historias, lo de antes y lo de ahora, lo sencillo que se convierte en importante, lo extraordinario que se convierte en normal. Y caminamos con la luz que se va haciendo más cálida y nos deja mirar de cerca,
jugar con sus adornos hasta llegar al destino
No solo los pasos reconocen el camino. Casi sin pensar, la mirada busca la Sierra de Francia, La Peña
la Sierra de Béjar
y luego de nuevo el sur
No solo la mirada se va a lo lejos. Ahí, junto a esa canchera y en medio de la aridez, esas miniaturas encuentran su sitio
Lo mismo que las escobillas,
y el juego de todas
Es el camino de regreso,
lo más sencillo y esperado.