Desde gace tiempo llevo escucho historias acerca de cómo siendo niños, ir a Chapultepec los domingos era la mejor diversión del mundo. Hoy no es domingo pero por ser sábado, ofrece la misma oportunidad. Es el momento de revivir recuerdos más de cerca
Dejamos el coche cerca del Museo de Antropología e iniciamos el paseo. Tal vez sea la 1 y media. Tal vez un poco más tarde. Puede que hayan pasado cuarenta años de esas historias que he escuchado pero de alguna manera, el tiempo aquí también se detiene
Es uno de esos espacios donde las cosas cambian pero hay formas que se siguen manteniendo. Tal vez el espacio sónico sea diferente, lo mismo que el visual, pero de alguna manera, ahora y entonces, sonido, gente, colores y olores lo llenan todo. El paseo para algunos es trabajo y alimento para otros. Ha sido así desde casi siempre. El que vende sabe jugar con las necesidades de los otros, con el ocio, las curiosidades, los deseos de niños y mayores. Y así, el paseo se llena de ese todo que lo construye, desde los Voladores de Papantla buscando a un público extranjero y nacional
a los puestos de comida, golosinas,
antojos de toda clase, caprichos de un momento
Entre todos construimos la red en que vivimos y de la que dependemos más de lo que nos gustaría admitir

Caminar hoy por aquí me recuerda a otros parques, una Alamedilla, un Retiro. Algunos más grandiosos y extendidos que otros, pero el mismo espíritu en su piel: un espacio para cambiar de coordenadas, sin coches, sin aceras estrechas; un espacio que no tiene coches, ni prisa. Tiene su propio tiempo, la mano de la amiga,

el lago para remar,

momentos,
juego, sonrisa, ilusión,
lo que no se vende en el puestecito al lado de casa
Una vez que dejamos el lago, subimos por el camino empinado que lleva al
Castillo de Chapultepec, un castillo que fue casa de descanso de gobernantes desde que se construyó a principios del siglo XIX, aunque también fue 1833 funcionó como Colegio Militar durante cuatro años en 1833 y más tarde fue residencia de Maximiliano y Carlota, así como residencia de verano a Porfirio Díaz
Parte del castillo está dedicado alberga el Museo nacional de historia. Esa parte es lo primero que vemos hoy después de subir la impresionante escalera
Recorremos salas que nos llevan por la historia de México desde el siglo XVII a gestación de la Independencia y de ahí al siglo XX
Arte secular, eclesiástico, el poder de la iglesia, las intrigas de reyes y virreyes, las castas, las diferencias de clases, el surgimiento de una conciencia de nación, la lucha por una identidad nacional, la problemática social siempre presente... Pinturas, joyas, ropas
(Chaquetín de chinaco, uno de los obsequios del rey Alfonos XIII de España al gobierno mexicano con motivo de las Fiestas del Centenario en 1910. Este tipo de chaquetín charro de gala)
Una de las salas en las que nos entretenemos es en la que hay un mural que Juan O'Gorman hizo en los años 1960-61
Es el Retablo de la Independencia y representa la historia de 1784 a 1814, el fin de la época colonial y el nacimiento de la República. Los detalles son muchos
Me gusta ver a gente mayor, gente que viene de lejos y que llegan hasta aquí para ver parte de su historia en cuadros, objetos y vitrinas. (Claro que siempre es la historia vista desde quien la exhibe y confías en que esa sea la que menos errores históricos pueda tener.) Escucho a este señor hablar con uno de los guardias y por eso sé que viene con su familia desde Tampico
Desde algunas salas se puede ver el exterior
y ahí es hacia donde vamos para llegar a la parte del castillo que fue vivienda. Comenzamos desde abajo, donde la carroza de Maximiliano y Carlota y a dice el tipo de gobernantes que fueron, siempre mirando hacia Europae dejar

Habitaciones, salas de lectura, comedor


conservan el sabor de la rancia aristocracia europea. Ese aire se entremezcla con la luz y frescura de los balcones y galerías a los que dan las salas
Desde esas galerías, la ciudad enorme
y tal vez el imaginar el lago que era antes de la llegada de los españoles. Algo muy distinto es hoy
Ese juego entre el tiempo anclado del castillo y el de la ciudad se desdibuja en la galería de las vidrieras
y en la luz de los jardines cuando el sol comienza a caer
También en la sala donde hacen conciertos y donde no me importaría sentarme a escuchar uno
En brazos de su abuelo, esta niña me devuelve a la otra realidad