lunes, octubre 18, 2010

Hacia Tierra Caliente

En general, es considerable el índice de ruido en México. Tal vez por eso, como contraste, el tono amable y el hablar que tanto contrasta con el hablar "duro" de los españoles. Quién sabe. Ahora mismo, a unos 30º C. y un altísimo porcentaje de humedad se le suma el ruido del aparato de aire acondicionado de la habitación de enfrente. Ensordecedor. Estoy en Tierra Caliente. (Las construcciones abiertas que buscan la ventilación son el mejor conductor de ruido.)

Hace ya siete años que hice este mismo viaje de hoy en autobús. Después hubo varios más y sin embargo, quizás porque hoy lo vuelvo a hacer sola, ese primero es el que he estado recordando casi todo el día. Cinco horas por carreteras atravesando campos

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y espacios tendidos al capricho de las montañas

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Serían siete horas en el otro autobús que va parando de ciudad en ciudad. Tardé en averiguar eso, los horarios, las líneas de autobús. Empezamos a confiar tanto en internet que se nos olvida que hay cosas que sólo de aquella otra manera se averiguan
- operadora, por favor, ¿podría darme el teléfono de los autobuses México-Toluca-Zinacantepec?
- sí, cómo no

Las montañas son realmente el capricho a lo largo del camino. Pasamos de largo algunas poblaciones grandes que nunca parecen perder un aire rural

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y tanto vegetación,

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paisaje,

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gente,

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y otras cosas más,

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te dicen que estás en Tierra Caliente. En cuanto atravesamos el río Cutzamala,

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ya sé que hemos llegado a destino.
Aunque hayan cambiado cosas, esa calle principal de Ciudad Altamirano parece ser la misma, el mismo alboroto, el mismo desorden de casas, negocios, anuncios, coches, semáforos y gente. Aquí estamos.
Sé dónde ir y no tardo en dejar las cosas y salir hacia zócalo pasando por el mercado del callejón
Quiero ver si ese o ese otro puesto siguen allí,

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si el de rebozos, si el de huaraches también. Pero lo primero es lo primero y aunque sea tarde para algunos y casi hora de sentarse a descansar,

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para mi es hora de comer. Vuelvo al restaurante con patio

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y luego sí llego al Zócalo y me asomo a ver la iglesia

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El resto del día se lo dedico a Esperanza. No había vuelto a verla desde que murió su esposo, Juan Reynoso, en enero de 2007

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Poco a poco volvemos a encontrar el tono de la conversación de entonces. Hablamos del ahora y del entonces. Se casó con él cuando apenas si ella tenía 20 años. Él, con sus 44, le doblaba la edad con creces. Tuvieron muchos hijos y varios de ellos viven junto a ella. "Juan me sigue dando", me dice. No hay lamentos por el vacío. Se aprende a vivir con ausencias y se trata de no perder la claridad en la mirada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen viaje!
Y gracias de nuevo por el reportaje de esos mundos tan distintos de la vieja Europa.
Besotes

Irreverens dijo...

¿y se aprende, verdad? A vivir con ausencias, digo...

:)

Claro que llamándose Esperanza, quizás sea un pelín más fácil.

Besotes, Raquel.

Raquel dijo...

Mita,
Tierra Caliente es radicalmente distinto incluso a muchas otras partes de México.
Besos

Irreverens,
sí, se aprende.
La verdad es que me sorprendió la entenreza con que se tomó la muerte de su marido. Ahora mismo se la ve tranquila y agusto con lo que vive.
Un besote también para ti.

dintel dijo...

Una pasada!!!