Don Rubén Cortez, el Ruiseñor de la Sierra, nos despide con su buen humor y su inigualable forma de utilizar el idioma, una chispa despierta y generosa
lo mismo que su mujer
(¿Ya te fijaste en su cinturón? Me dice Arturo. No, anoche no, pero ahora sí.)
Salimos temprano. Nos espera esa carretera de saltibanqui y montaña plena,
la breve pausa para ver Zontecomatlán desde lo alto
y de cerca, en su mercado, en esa cotidianidad que quien está de paso roza pero apenas perturba
El camino habla por si mismo y te deja entender por qué muchas de las cosas aquí son como son. Historiadores, sociólogos, antropólogos, etnólogos, etnomusicólogos, cronistas las cuentan, estudian, analizan, explican, relatan. Pero es en ese tocar la tierra donde lo esencial cobra sentido y te deja entender
Es difícil pensar en ese otro México de mega ciudades, prisas, tráfico, alboroto. Difícil moverse a otro ritmo que no sea éste, la hora de mercado, comprar y vender, pan fresco, almuerzo, el pulso del caminar
Lo mismo en Chicontepec en sus quehaceres y rutinas
Nos recibe con buen humor y ganas de conversar. Es fácil estar con Arturo y Blanca porque ellos le conocen muy bien y desde el principio, todo fluye. Don Luis vive solo, aunque tiene muy cerca a agunas de su hijas y ellas le cuidan. Pasamos un rato maravilloso. Nos enseña las máscara que él mismo hace, vacía y pinta sin mucha herramienta y poco más que mucha paciencia e imaginación
También los cuernos que utilizan las cuadrillas y que son imprescindibles para el sonido general del grupo cuando salen a bailar y tocar de casa en casa durante Xantolo
1 comentario:
Que gusto ver gente que se interese por el lado bonito de nuestra cultura
Mi respeto y admiracion..
Saludos
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