Es domingo pero las calles de la gran ciudad no descansan. Tráfico, gente, mercado, vendedores. Viajo de México a Xalapa. Cuatro horas. Los autobuses se convierten en ese espacio para poder trabajar, organizar fotos, leer, a veces, cuando hay suerte y hay wifi, hasta contestar email. Solo hay que utilizar cascos para no tener que escuchar las películas que pasan sin descanso. Todas estadounidenses. Todas traducidas a un español que parece ser estándar para las traducionas, un soniquete que llega a ser, si dejas que te llegue, insoportable. Hay que abrigarse también porque por alguna razón, el aire acondicionado de ADO convierte a sus autobuses en un invierno en medio del otoño más placentero. No sirve pedir que no pongan "el clima" tan fuerte a pesar de que todos los viajeros vamos con cazadora extra para no morir en el intento. Ni modo.
Aparte de eso, esas horas dejan un espacio para trabajar o descansar, y en días luminosos como el de hoy, símplemente mirar hacia fuera y dejarse llevar,
campos extendidos, montañas delimitando el horizonte, cielos que bailan, y esa otra vida junto a las carreteras
Vamos por Tlaxcala y estas milpas y campos se me hacen nuevos
Es el momento. Nada más. Dejarse llevar y discurrir
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