Solo los fines de semana hay autobuses desde Xalapa durante el día así que me toca viajar de noche. 7 horas de camino. Llegar a las 5 de la mañana a una estación que parece estar en medio de la nada y que solo al día siguiente voy a poder apreciar tal y como es. A esa hora, lo único que puedo decirle al taxista es el nombre del hotel. Todo está cerrado cuando llego. Los cuartos que quedan no tienen baño adentro y una de las personas me acompaña a otro hotel que ellos mismos me recomiendan, muy cerca. Me ayuda con la maleta. Se queda conmigo hasta asegurarse de que estoy bien y de que tengo un lugar al que llegar.
Me acuesto un rato y duermo hasta que la luz y los ruidos de la mañana me despiertan. Poco a poco hago recuento del lugar. Me arreglo y salgo a caminar.
Estoy en el centro. Voy a dar a una pequeña plaza junto a la iglesia
Hay cafés, tiendecitas, bancos para sentarse, limpiabotas. Hay una calma y una tranquilidad que me resultan inesperadas y que son muy bienvenidas.
Muy cerca, bajando, el parque Hidalgo y la municipalidad. Y en esa bajada, tiendas y puestos improvisados. Color, vida y supervivencia
Compro pemoles (galletitas hechas con harina de maíz)
y bajo hasta la esquina del parque
Si
quisieras, podrías quedarte un rato ahí y en muy poco tiempo ver cómo las horas deciden qué vendedores
ambulantes y qué puestos de comida, cómo unos llevan prisas, cómo a otros les pertenece el momento. Podrías recorrer las viejas construcciones que quedan, los monopolios, las modernidades y el finísimo hilo que conecta el ayer y el hoy
El finísmo pero fuerte hilo que conecta lo urbano y lo rural en esta parte del país en el que la marginación a muchos niveles sigue pesando como maíz recién molido, cacao recién prensado,
esas calles de mercado constante y vivo
Todo esto me gusta. Hay algo en este espacio que me hace sentir bien. La gente es muy amable. Hay un ritmo muy diferente al de ciudades con la misma población en la Tierra Caliente de Guerrero o de Michoacán, en el sur de Veracruz. La fuerte historia indígena en esta parte del país determina muchas cosas. Eso y la constante interacción con los mestizos. Eso y la naturaleza, los recursos naturales. Eso y muchas otras cosas que todavía desconozco.
Vuelvo a ese parque junto a la iglesia, a sus cosas, su gente, sus momentos, sus sonidos
Mientras, voy a visitar a don Luis, a quien hoy acompaña uno de sus nietos
y comienzo a tomarle el pulso al lugar. Voy en taxi y regreso en autobús. Me acostumbro a las formas del lugar
Más tarde, de noche, me acerco a ver el ensayo de una de las 30 cuadrillas de Tantoyuca que bailarán el 1 y 2 de noviembre
El calor es húmedo. Hay grillos y el sonido del violín y la jarana se escucha bonito en esta pequeña plaza. De noche. Los pasos de los danzantes acompañando el ritmo insistente que marca la jarana conforman el instrumento percutido que faltaba. Todos juntos. Un solo compás.
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