lunes, junio 09, 2008

Ciudad de México: por el centro

Para un país en el que el arroz se come a diario y es comida básica, 20 pesos (2 dólares) el kilo es muy caro. Pero la mano de obra sigue siendo barata y los salarios no suben al ritmo que sube el costo de vida. Hay mucha gente, muchos desempleados, muchos vendedores ambulantes, muchas necesidades, ricos demasiado ricos, pobres muy pobres.

Hoy he querido meterme en la vorágine de coches, buses y estaciones de metro coronadas por puestos de comida, refrescos, vendedores ambulantes. Siempre me asombra la la cantidad de gente, el ruido, los olores, las necesidades primarias al desnudo, la “estética” a años luz . Así es. Todo presentándote sin pedir permiso, invadiendo. Forma parte de la jugada La polución sonora es impresionante, como la visual, los anuncios gigantes despertando la retina por si acaso no estaba ya despierta. Todo se anuncia, todo se declara. El ruido de coches, una constante permanente.
Hay muchos Méxicos y este es uno de ellos, el de quien utiliza a diario el transporte público, quien duerme en el trayecto, quien carga al bebé a todas partes en brazos.

Tardo casi dos horas en llegar hasta el centro. (El tráfico de Satélite a Toreo es cruel. Luego es el metro desde Cuatro Caminos.) Cuando vengo, me gusta ir a alguno de los mercados de artesanías y el de Balderas, La Ciudadela, es el que mejor conozco. Hoy no hay mucha gente. Voy buscando los puestos en los que quiero comprar algo, los otros a los que voy por el gusto de ver si hay algo nuevo, algún huipil, alguna tela, nuevos colores, nuevos juguetitos en miniatura, cerámica. Rebozos de Santa María (San Luis Potosí), trabajos de pinturas a base de puntos de Guerrero, cerámica negra de Oaxaca, campanitas de cerámica de Talavera, trabajo en plata de Taxco, telas bordadas en vistosos colores y diseños de Chiapas, pinturas en papel de corcho, pulseras y collares de Nayarit. La oferta es variada. Te pierdes. El trabajo de las manos, un regalo de creatividad y paciencia interminable.

Al salir, algo me detiene en los jardines junto al mercado. Suena un danzón. Veo a una pareja bailándolo

Mis pasos van solitos hacia allá y me siento a ver, a escuchar. Qué delicia verles bailar, qué precision y elegancia de movimientos, qué pasión en el porte sencillo y el espíritu entregado a la cadencia y los pasos. El ladrillito.

Luego sigo caminando hacia el metro, más puestos de comida,

de venta, de todo.
Quiero dar una vuelta por El Zócalo


Es fácil llegar desde donde estoy y el trayecto es corto. Bajo en la estación que va a dar a la misma plaza y donde hay una maqueta de toda su extensión, la catedral, el palacio de gobernación y todos los alrededores


Aquí estoy. Siempre me gusta dar una vuelta por esa plaza enorme, ver las ruinas del templo mayor,

ver a quienes necesitan trabajo

y esperar a que los contraten,

ver a los limpiabotas que tan concentrados siempre hacen su trabajo


Me gusta venir y pararme junto a la banderotota para comprobar una vez mas lo pequeña que soy. Igual te sientes asi cuando te mueves en esta ciudad de muchos. Nacer en esta capital debe ser como nacer con pasaporte de sobrevivencia, diploma de luchar para vivir y cuota pagada para el riesgo.

Como muchos otros, me siento un momento antes de emprender el camino de regreso

y por un instante todo el ruido, las músicas, las voces de los vendedores de refrescos con un soniquete tan particular desaparece.
Hoy es lunes y el centro esta tranquilo. Son los viernes cuando llegan los concheros con sus bailes, evocaciones y límpia de espríritus, sus santitos, sus talismanes. Hasta la voz de protesta de la manifestación al otro lado de la plaza ya no se oye.

He querido hacer casi el mismo paseo que hicimos con Sotavento cuando estuvimos aquí tocando en el 2003. Estar sola y hacer el camino sin compañía es muy distinto pero creo recordar que vuelvo a convocar los mismos pensamientos y sensaciones, esos contrastes infinitos, esa urgencia de lo práctico,

esa historia rica de montaña y quebrada, valle y volcán, resurgir una y otra vez, sostenerse, seguir, “endurance”. Technotitlan, imaginar cómo fue o pudo ser


Lo nuevo y lo viejo siempre ahí, las estatuas de Jose Luis Cuevas en su exposición "Animales Impuros + Cabezas" como un recuerdo más a lo vertiginoso de esta cultura de contrastes,

ancestral y contemporánea donde no las hay

Lo nuevo y lo viejo, el templo mayor con su pirámide y la catedral construída con sus piedras, la mezla de razas también, el joven, el viejo, el rico, el pobre,

Todo pasa, todo puede pasar


Me siento y pienso en todo eso, recuerdo, soy parte de un presente múltiple, somos parte de todo.

Es hora de volver a casa. Mariquita me espera. Cuando le cuento por dónde y cómo y le digo que hoy he sentido que no iba muy de turista o que no me han mirado tan “tú no eres de aquí”, Mariquita se ríe y me dice: ay pero mira no más, sólo hay que verte la carita, si fueras prietita y fea pero así güerita y tan linda mi hijita….no pues no.

Por el centro

4 comentarios:

Irreverens dijo...

Siempre consigues que me parezca estar ahí, contigo, entre toda esa gente, pisando esas calles, oyendo todo ese ruido.

Cuánto se echa de menos el viajar cuando hace tiempo que no se hace...mmm... Menos mal que te tengo a ti, güerita, jajaja!
:D

¡Besos calurosos y soleados!

leo dijo...

Me uno a la opinión de Irreverens, casi punto por punto.
Viajar así da gusto: con la confianza de que tú y tu cámara nos mostraréis los rincones, las sensaciones y, si me apuras, hasta las almas (las que se dejen). Sin empaque, sin pretender lucirse.
Gracias por la generosidad.

winfried dijo...

Que lindo es Mexico!

Gracias por las fotos!

Raquel dijo...

Irreverens, Leo y Winfried,
tenía muchas ganas de enseñaros un poco de todo esto. Es difícil hacerle el honor a México porque hay tanto tanto que... pero este trocito es algo.
Muchas gracias por dejaros llevar. No tengo más tiempo ahora. Luego sigo.
Besos!