viernes, junio 06, 2008

En Ciudad de México

Todo pasa, todo se vende, todo se vive, todo se desvive. Gente de todo tipo y color, calles de esa y aquella manera como en todas las ciudades del mundo, pero igual que en todas partes, con las idiosincracias de cada ciudad, ésta siendo una de las más grandes del mundo, extraordinariamente variopinta, tan capitalina y tan rural, tan festiva y descorazonadora, tan rica y tan pobre. Desde que llegas al eropuerto, sabes que has llegado a México. La bienvenida es siempre amable, el tú a tú, la rigidez dejada para sus hermanos del norte.
Qué digo al llegar al aeropuerto… si viajas en Mexicana y para desayunar te dan para elegir huevos revueltos o burrito, ya lo sabes. Y si es así, por supuesto que los huevos, el polvo de chile y el cilantro como sabores inconfundibles en ellos, los frijoles refritos con queso acompañando. México.

Es viernes. Vamos al centro nada más llegar porque mañana Enrique no estará en la librería. Enrique Fuentes, todo un personaje y el alma y dueño de la librería Madero


Desde que le conocimos hace siete u ocho años siempre pasamos a verle, a recoger libros que le encargo o a ver qué tiene de nuevo. Llegamos a la hora de comer y vamos a verle al restaurante de la esquina donde suele comer cada día. Nos unimos a la conversación con sus amigos de años, bromas, albures, críticas y opiniones. Hay que ponerse al día inmediatamente, la conversación es viva y nadie se ocupa de si no vives en este día a día. Es bonito así, poder zambullirme en cosas y situaciones así nada más llegar a un lugar, ser uno más en esa calle del centro por donde todos pasan, a donde todos llegan.

México, Tenochtitlan, Chilangolandia, Distrito Federal, Ciudad de México… tantas conexiones y tanta fuerza en esta ciudad enorme de brazos interminables.

Luego volvemos a casa. Una última mirada a la torre Latinoamericana

al primer Sanborns

y a Bellas Artes


No, hoy no hay tiempo de entrar para ver la maravilla de edificación, los murales de Diego de Ribera o escuchar un concierto, y no, esto no es el palacio de Monterrey


sino el antiguo correos, el Correo mayor que desde siempre funcionó como correos hasta que hace unos años lo convirtieron en museo.
Tampoco hoy hay tiempo para dejar el coche y moverse por Garibaldi, contratar un mariachi para que te de serenata

o sentarse en alguno de los bares y restaurantes para comprarles canciones. Ahí están,

esperando a que les llames. Mariachi, uno más de los símbolo de México, sus inconfundibles trajes de charros y su sombreros

Pero miren, los tiempos cambian y ahí empiezan a estar las mujeres. Ya era hora


Flores y tamales para la bienvenida. ¡Hola Mariquita!


3 comentarios:

Irreverens dijo...

No me extraña que vuelvas a esa librería. ¡Qué buena pinta tiene! Y el tal Enrique seguro que es encantador y culto a partes iguales.
¿Me equivoco?

Raquel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Raquel dijo...

Irre,
buen ojo y buena intuición. Enrique es encantador, cultísimo, con un humor extraordinario. No sé, es como el librero intelectual con su librería en el centro, que conoce a un montón de gente interesante también y que todo lo que hace y vive parece tener una integridad única.
No te equivocas para nada
Un abrazo!