Un congreso ha sido la disculpa para venir a Perú. Llevaba tanto tiempo con ganas de hacerlo que cuando supe que el octavo congreso de la rama latinoamericana de la Asociación Internacional para el Estudio de la música popular (IASPM-AL) iba a ser en Lima, no dudé en escribir un trabajo para poderlo presentar. Y aquí estoy.
El tráfico o el ruido de las calles de Lima parecen empequeñecerse al comparlos con los de la Ciudad de México. Ocho millones de habitantes no son veinte. La ciudad ha crecido mucho y sigue creciendo, "el problema es la centralización", me dice la persona que me recoge en el aeropuerto: "son 8 millones en Lima y 2 en Arequipa, la segunda ciudad más frande de Perú. Y la centralización no es sólo a nivel de trabajo y vivienda sino a nivel cultural. Todas las universidades están aquí. Nada en otras partes".
Me parece muy especial poder ver a mi amigo Juan Luis aquí, en su ciudad, su centro, su cordura y su locura también. Le conocí en Madison en el año 2000. Fue a hacer su doctorado en literatura española. Llamo para decir que quería tocar música con nosotros. La relación dura desde entonces. Tocamos música, aprendimos valses criollos, marineras, tonderos, huaylas, canciones para niños de su maravilloso disco "Cómo te vaca", hablamos mucho de Perú, de comida, de ironías, de sociedades, de gente.
Y aquí estoy.
Salimos a caminar por Miraflores y desde los acantilados junto al controvertido Larcomar (un centro comercial al aire libre aunque relativamente camuflado) veo esa primera imagen del mar
a un lado y otro
Me cuenta JL que las playas no están muy límpias pero que a pesar de eso la gente se baña en en ellas. Es invierno y todo está un poco desolado, aunque se puede ver a algunos atrevidos bañistas y surfistas.
Ahora me doy cuenta de que lo que me han dicho es cierto, que hay mucho que ver en Lima. Vamos a la zona de Barranco, al sur de la bahía de Lima.
Caminamos hasta el acantilado por la Bajada de los Baños, el camino que antes hacían los pescadores para ir al mar y que ahora está poblado de casas veraniegas o bares y cafés. Esta zona es de las que te recuerdan que Lima tuvo un pasado mucho mejor. Es en una casa de esa bajada donde vivió Chabuca Granda. Su estatua se puede ver
admirando el puente de los suspiros, el puente que inmortalizó en su canción y que es uno de esos símbolos del Barranco romántico que fue. Lo remodelaron en 1921 y la leyenda dice que cualquiera que lo cruce por primera vez manteniendo la respiración, se le concederá un deseo. No sé si Juan Luis lo cruzó de esa manera
Antes de bajar al puente nos acercamos por un momento a esta iglesia, La Ermita, de la que
sólo queda el caparazón. El terremoto de 1940 la destruyó casi por completo
Vas encontrando tesoros a cada paso, las escenas de lo cotidiano, las que te dicen también del ritmo de una ciudad
Luego subimos a la plaza municipal de Barranco, otra de esas plazas donde el tiempo parece detenerse y todo discurre sin prisas. Fuente, bancos, flores y un césped cuidado, la biblioteca municipal que antes fuera el ayuntamiento de Barranco y la iglesia de la Santísima Cruz, construída en 1944 cuando el terremoto destruyó La Ermita
Combis, colectivos y taxis mueven a la gente de un lugar a otro. Muchos caminan también. No sé muy bien a qué hora se come, a qué hora se cena. Los puestos de fruta y los de antojitos están aquí y allá. Nosotros reponemos fuerzas con un ceviche exquisito (-¡qué antojo de comer ceviche en Lima tenía también!-) y un pescado preparado al ajillo y seguimos camino hacia el centro. Sí, mucho que ver, muchos rincones y mundos. Dejas las vías atestadas de tráfico y entras en plazas o parques donde hasta el ruido parece disiparse y donde otro ritmo se asienta junto al que se sienta, el que alimenta a las palomas, el que se deja limpiar los zapatos.
Vamos al centro, a la antigua Plaza de Armas que ahora es la Plaza Mayor, la plaza donde Franciso Pizarro fundó Lima y donde estaba su estatua hasta que hace dos años el alcalde mandó llevar a otro lugar porque por qué tener estatua de conquistador en plaza principal, dice, pues claro. Llegar hasta allí desde la plaza del general San Martín es atravesar corredores de casas con fachadas de colores pasteles, amarillos, verdes, azules. Rojos o naranjas también. Iglesias barrocas como la bellísima iglesia de la Merced, casas que recuerdan al modernismo de Gaudí y comercios, calles peatonales con mucha gente. La plaza es enorme, la catedral a un lado
el ayuntamiento a otro, el palacio de gobernación y un coro de antiguas casas de arquitectura colonial
Las palomas abundan y la fuente central, lo más antiguo (1651) de toda la plaza parece ser un atractivo destino
Me llama la atención la balconada del palacio arzobispal, el detalle del trabajo y pensar lo bien que se vería de dentro a afuera sin que al que miras te vieran mirar
Me llaman la atención muchas cosas pero este pobre perrito se lleva la palma
Hoy está cerrada la antigua estación de tren de los Desamparados y seguimos camino por una más de las magníficas calles laterales que nos lleva a la iglesia de San Francisco
con su patio lleno de palomas, de señoras vendiendo santitos, velas y amuletos religiosos, o tan sólo mirando y pasando el rato
La iglesia en sí, el monasterio y la iglesia de La Soledad (todo en el mismo complejo) son impresionantes. También visitamos las catacumbas bajo la iglesia con su fuerte olor a humedad y los huesos de muchísimos enterrados ahí antes de que a mediados del siglo XIX se construyera el primer cementerio de Lima.
Luego nos acercamos a ver lo poco que queda de la muralla de la ciudad
en ese otro parque en el que vuelve a sentirse cierta paz, desde donde se ve también uno de los cerros abrumado por las casas de los asentamientos, el paisaje de la pobreza
Por lo menos ahora tienen color y se ven más bonitas, dice JL. Antes ni siquiera.
La cumbre ahí al lado. En 50 kms. puedes subir 2.000 metros de altura, en 70 puedes llegar a los 4.000. Así es Lima, bulliciosa y callada, pasado y presente vertidos en un crisol de culturas y retos.
7 comentarios:
Interesantísima ciudad. La última foto me ha trasladado directamente a La Paz, donde las casas más pobres también trepan por laderas empinadas. Pero allá siguen sin ser de colores...
Besotes, Raquel.
Sí, cierto. Creo que impresionan más en La Paz porque la quebrada es aún más profunda.
Buenos días Irre, buenas tardes para ti. ¿Quieres salir a caminar?
Magnífico el recorrido que nos muestras de Lima, y magnífica también tu actitud de buscarte oportunidades. Te oigo hablar de valses criollos, marineras, tonderos, huaylas, etc. y constanto que aún queda mucha música por descubrir. Ya se descubrirá, siempre llega un momento para una música nueva. Saludos.
Gracias por el ofrecimiento, Raquel. Ayer ya salí a trotar por mi monte preferido antes de comer, jeje.
Rafael,
además es que no se termina. Cuando crees que conoces un poco de aquí y de allá, algo nuevo surge. Ese también es el encanto.
Siempre es un gusto escucharte.
Un abrazo
Irreverens,
me lo imaginé. Yo necesito retomar la vida sana pero eso va a tener que esperar hasta que termine el viaje.
Besotes
No sé con qué foto me quedaría.
He estado muy ocupada este último mes y parte del otro y casi no he visitado ningún blog. Tenía mono del tuyo. Siempre es una caricia a mi interior.
Dintel, eres un cielo.
Me está pasando igual ahora que no tengo tiempo para leer los vuestros. Echo de menos el mundo compartido que que cada blog y todos juntos crean y recrean. Me pondré al día en cuanto pueda porque yo también quiero sentir el pulso de tu pluma.
Publicar un comentario