Mi cámara trata de captar el pulso de calles y esquinas mientras nos movemos de un sitio a otro de la ciudad en coche, esos contrastes que no dejan de asomar por todos lados, ese ritmo que parece ser incesante, las aceras sobre las que se instala toda una ciudad flotante de vendedores, puestos de comida y quién sabe qué más. Ayer miraba la ciudad desde arriba, su extensión, lo inabarcable, la multiplicación incesante de casas en valle y colinas,
los colores que articulan su propio paisaje
y que revelan ese otro alboroto que cuando lo miras de cerca sigue siendo alboroto
Sí, ya sé, el aeropuerto no está en El Pedregal ni en Las Lomas, pero esa es otra historia. De cerca, una película de gente llevando y trayendo cosas, caminando con prisa, con afán, un puesto de zumos en cualquier esquina,
un vendedor en cualquier rincón
Esta vez son muñecas,
y chicharrón
pero la elección es múltiple. Sólo hay que pedir y encontrarás. Cruces como éste
o como éste
son parte de la cotidianeidad, un pedazo más de realidades de los mil mundos que la conforman
De un lado a otro de la ciudad, nada en ella se detiene en ella. 20 millones de personas son muchas personas, mucho que hacer, mucho que ver, mucho que encontrar, mucho de lo que platicar.
2 comentarios:
Reconozco que a mí me aterran estas mega ciudades, cuando las pienso en frío.
Jo, ¡es que es como media España metida en una sola ciudad!
Ya me lo dicen: cada día soy más provinciana. Y creo que tienen razón. Me quedo con lo pequeño y cercano, aunque me fascine visitar otros lugares mucho más vastos y densos.
¿Te imaginas vivir ahí? Asusta pensar justo en lo que dices, media España metida en una ciudad. Hay que visitarla para darse cuenta de la dimensión y la magnífica locura que es.
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