Hace ya casi dos meses que llegué a México. Antes de venir sabía que iba a ver a amigos y a reencontrarme con personas que hacía tiempo que no veía. No sabía de qué forma iba a ser y la realidad ha superado con creces lo que, sin querer, había anticipado.
Tampoco sabía que iba a conocer a personas estupendas con las que podía pasar varias horas hablando de, entre otras cosas, música y vida. No sabía que iba a tener tan buenos guías que como cocuyos sabios me dejarían ver la ruta. No sabía que iba a ser capaz de mirar con las alas abiertas
Y por todo eso, me siento muy agradecida.
6 comentarios:
Al transitar por la vida
vamos dejando esa huella...
la que te hará recordar...
porque dejaste tu estrella
por eso debes pensar...
¡tu aura en sus almas destella!
Me alegro un montón.
Un abrazo Raquel.
Lo mejor de ir a sitios nuevos es eso, precisamente... que encuentras a gente que parece que los conoces de toda la vida, ¿verdad?
Besicos
Ya tienes para escribir un libro sobre la gente, la música y todas las vivencias que has recogido.
Un beso
No siempre, pero casi siempre, uno encuentra lo que lleva.
Ave peregrina,
muchas gracias. (A ver si cuando regrese a Madison puedo ir a verte más a menudo.)
Belén,
sí, como si las coordenadas hubieran estado desde siempre pensadas.
Elèna,
sí. Sería un libro lleno de toda la riqueza de estas personas.
Tawaki,
eso es bonito.
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