En estos días que camino por la ciudad a diferentes horas, trato de encontrar patrones que me digan que ciertas costumbres son de una o de otra manera. Quizás sea eso de ser española y saber que los horarios de la comida allí deciden el hábito del día. Aquí, todavía no sé a qué hora se come. Desde las 2 a las 6 puedes comer la "comida", el menú del día, la comida del día. Los desayunos son desde las 9 (eso es lo más pronto que he salido a desayunar aquí) hasta las once. Luz y ruidos sí marcan las horas. Pero siento que desconozco muchos en esta ciudad de trazado cuadrangular con calles en las que el tráfico se mueve en una sola dirección. Eso sí me gusta. No sé cómo será como conductor pero como peatón, se agradece. Más cuando los semáforos para peatones no existen y los mismos conductores, aunque en verde, miran dos veces antes de cruzar la calle.
Me muevo por el centro y sí, esa es la parte que más conozco. Pero Veracruz, como muchas otras ciudades, es mucho más que eso.
Hoy caigo en la cuenta de que esta cúpula
que hace dos años estaba recubierta de mosaico, hoy ya no los tiene, la están arreglando (vigilante incluido)
(¿Será consecuencia de lluvias y huracanes?)
La nostalgia es hipnótica
Los recuerdos de cuando vine por primera vez en 2008 los tengo tan esculpidos en la memoria, que hoy vivo el paseo recordando los de entonces e inconscientemente, buscando lo que entonces vi. Sé que igual que nosotros, todo cambia y las situaciones son siempre diferentes
Aunque de vez en cuando, aun a sabiendas del anquilosamiento,
vivir el presente y reinventar el pasado es intenso. Revivir el pasado, más que nostalgia, es emoción
Y así, casi dejándome ir y flotar un poco con el aire templado y amabilísimo, camino por el malecón,
sabiendo que echo de menos caminar junto a quienes están siempre muy cerca de mí y a quienes siempre llevo en la maleta,
sabiendo que casi siempre me sigo dejando sorprender por las realidades
y que los faros son más que una luz artificial
Camino buscando la luz de atardecer que se empeña en no esconderse entre las aguas
y también sé que extraño a quien siempre sostiene mi mano
En el camino, los carritos de glorias ni tramoyados, que como no caigo en la tentación de probarlos, no puedo deciros lo qué son. Debe ser algo muy popular porque a estas horas, empiezan a asomar a lo largo del malecón. ¿Será que anuncian la hora del paseo?
¿La de ponerese el sol? El color no era tan intenso pero por alguna razón, la camara quiso contároslo de esta manera
3 comentarios:
Raquel, estas haciendo un trabajo muy hermoso, nos haces recrear en verdaderas maravillas.Me llama la atención la maleta de madera...parece estar viviendo en otras dimensiones...
Es normal que se eche de menos a quién se quiere.
Aprendemos contigo amiga.
Un beso.
Hoy necesito estar caminando por allí
Saludos
Otro recorrido apetecible entre las bellas imágenes y tus palabras cargadas de nostalgia.
Me resito a volver donde fui feliz por miedo a romper la magia que recuerdo, pero más que los lugares cambien es que nosotras ya no somos las mismas.
Un placer, Raquel.
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