Del D.F. a Oaxaca

Llueve mientras escribo. Es una lluvia amable. Me calma. Me deja recorrer el viaje al sur de hoy y recordar el camino

Seis horas y media en autobús, horas en las que el mundo pasa rápido pasa tras la ventanilla,

gente trabajando, campos listos para recoger, arar, cosechar, plantar

Fui a Oaxaca en mi primer viaje a México. Algunas cosas las recuerdo muy bien. Otras no tanto. Por supuesto que el paisaje se me hace nuevo

y aunque recordaba la zona de montañas, ahora vuelvo a vivirla como si fuera la primera vez

Nunca soy capaz de hacer buenas fotos de paisajes. Nunca muestran la grandiosidad, el espacio, el contraste entre vacío y horizonte que creo el sentimiento del espacio. No dejo de mirar a esas quebradas, las cimas a lo lejos. Después, al bajar, el verde regresa poco a poco y vendedoras y vendedores utilizan cualquier parada obligatoria en el camino para vender lo que lleven

Luego asoma Oaxaca. No sé lo que haya crecido en los últimos veinte años pero no la recordaba tan grande y extendida,

aunque cuando visitas una ciudad, es al centro hacia donde te diriges.
De la estación de autobuses voy para allá, muy cerca del zócalo. Dejo las cosas en el hotel, salgo a comer y a caminar un rato por calles cercanas. El color vuelve a envolverme. Piedra y cal, cal y canto

Hay luminosidad

y la ciudad, aunque no con mucha gente ahora, se siente viva. De lejos no se ve pero cuando caminas por calles como esta, hay bullicio dentro de las casas, hay cafés, galerías de arte, pequeñas tiendas

Cuando llego al parque del Paseo Juárez ya sé dónde está la gente, con qué se entretienen los niños

Bullicio y murmullos de parque, el agua en la fuente, las conversaciones de la gente. En esta iglesia también hay misa y gente vestida de fiesta llega para celebrar una graduación

Eso me dice la fotógrafa que espera para hacer su trabajo. Yo sigo caminando porque todavía no es el momento de sentarme a la sombra para estar con mi amado