Morelia tiene eso, ese ambiente de ciudad universitaria, esas mil iglesias, palacetes y casonas con patios que son utilizados para diversos fines. Hoy desayuno aquí
y sin pensarlo mucho comienzo a caminar buscando El mercado de los dulces. Claro que antes de encontrarlo me voy deteniendo en librerías, plazas o jardines como el de Ignacio Altamirano donde está el antiguo templo de la Compañía de Jesús
que desde 1930 funciona como biblioteca pública universitaria
Sí, llego al mercado y compro morelianas (obleas con cajeta o dulce de leche) y algunas cosas más, pero en realidad, hay algo afuera que me empuja a seguir caminando. No sé si es el buscar esa reutilización de los espacios. En el Templo de la Merced, por ejemplo,
me encuentro con que toda la parte de lo que antes era el antiguo convento, ahora es una escuela primaria
Puedes escuchar a los niños con su maestra desde la galería
Bibliotecas, escuelas, restaurantes
todo parece caber en el interior de esos muros.
Creo que también hoy estaba buscando pasar por aquí, por El mercado de los antojitos y la iglesia de San Agustín,
la plaza en el interior de los arcos con su fuente y sus palomas
En el exterior de esa plaza, bajo los arcos, hay puestos de comida. Después de la desamortización, los terrenos del exconvento se habilitaron para un mercado que llegó a ser muy popular. Parece que fue en 1972 cuando reubicaron los puestos en el pasillo de la arquería para que se pudiera admirar la fachada principal. Como en otras iglesias, adentro siempre hay calma
Afuera todo sigue, la gente, las tiendas, el bullicio del día
En la casa donde nació Morelos,
también encuentro otro jardín donde el tiempo se detiene
y como en el Palacio de justicia, murales de Alfredo Zalce,
Vuelvo a mirar hacia San Agustín a la salida,
antes de desandar la calle con sus legados arquitectónicos
para luego volver a salir a la calle Madero
con sus emblemáticos edificios,
sus portales,
su catedral
Hoy sí entro en ella. Barroca y sobria a la vez, las pilastras parecen subir más alto ahora que la veo vacía.
Bastante después regreso al mercado de los antojitos y mi postre es un buñuelo
Lo sirven con miel de piloncillo y me dice la señora que sólo utiliza agua, harina y sal para hacerlos, que deja reposar la masa para poder darles la forma antes de echarlos a la sartén. (Están ricos pero pienso en los buñuelos de mamá y tengo muy claro cuál elijo. El listón es siempre demasiado alto cuando se trata de esa comparación.)
¿Mi segundo postre? Escuchar a Serafín y a Alaín tocar en El huerto
y poco después de un paseo al atardecer
y de que la luna asome,
poder tocar yo también con Alaín y recordar músicas que aprendí con don Juan. Es la espiral del tiempo y de las pasiones.
4 comentarios:
¡¡Para que luego digan que en América no hay edificios históricos!!
Besicos
Buen sitio para desayunar, precioso paseo y sabrosos buñuelos. Libros, edificios históricos, ¿qué más se puede pedir?
Belén,
están hablando de la otra, de la vecina más al norte. Bueno, eso sin contar todos los monumentos de todo lo prehispánico, claro.
Tawaki,
creo que en algún momento vas a llegar hasta aquí. Vas a ver.
Sin lugar a duda que Morelia es bella, con grandes monumentos y como no esos sabrosos buñuelos...
Un abrazo, Raquel.
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