Ayer alguien me preguntaba si se puede adivinar lo que el otro va a hacer musicalmente mirando las manos de quien toca. El gesto al tocar, la anticipación precisa de la nota que va a sonar a continuación...sí, puedes anticipar lo que viene por el gesto de las manos. Aunque no es solamente eso. Es anticipar mentalmente la música que a continuación viene y presentir al otro, anticipar su siguiente nota, comunicarte en silencio. Esa es la magia de tocar música de cámara, la conexión entre los músicos, el universo que pasa por la mente en un segundo, o la nada, tan solo ese segundo y ese sonido en existencia. El lago en calma o la marejada de tu ánimo también. Igual, siempre es algo único tocar en concierto. Es el momento, la conexión con el público, el sentir, el pensamiento que vuela decisivo en ese segundo, la percepción de uno mismo condicionada por esa situación en la que tú eres el centro de atención, tú como portador de un arte que se hace vivo a través de tus manos y tu sensibilidad. Es la pasión por la música, el eco permanente del sonar, del ser.
Ayer tocamos bambucos, pasillos, danzas y guabinas. Tocamos para un público que supo acoger y disfrutar nuestra música. Nos sentimos conectados con ellos, y entre nosotros. Gozamos.
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