Igual que hay de todo en Tlacotalpan, también hay varias fiestas. Incluso dentro de la musical hay varias partes. Una es la de los escenarios a la que muchos grupos se suben desde que comienzan a tocar a las 6 de la tarde. Hoy incluso hay música por la mañana. Uno de los grupos locales, El Siquisirí está tocando
Voces entonadas, solera
y un contacto inmejorable con el público convierten en delicia el escucharles.
La otra parte de la fiesta es la de los fandangos. A ellos acude todo el que quiera tocar, aunque hay que saber y seguir las normas del juego, la participación colectiva, el respeto. El fandango es la fiesta popular, el espacio donde la música tradicionalmente nace y crece. Hay que esperar a la noche para vivirlos. Mientras, la ciudad se ha ido llenando de gente. Entre una cosa y otra, caminar por las calles también es una delicia, charlar con gente encantadora y amigable como el señor Gustavo
o Juan Ordóñez,
dueño de un ranchito y criador de caballos que hoy alquila para llevar a la jarocha al desfile de un poco más tarde ("al ratito"). Con él nos quedamos y nos reimos entre historia e historia, pequeños retazos de vida que compartimos y el estupendísimo buen humor del veracruzano.
Luego vemos cómo ayuda a esa jarocha guapa a subir al caballo
y cómo elegantísimos parten hacia el desfile
Luego vamos a la plaza principal y otro mundo se abre en ese espacio común. Aquí sí se vistieron casas y arcos de gala
y aquí sí el jarocho luce su traje y su sombrero blanco con un derecho particular. Ellos tocarían luego en el escenario de la plaza de Santa Marta. Ahora hablan con unos jóvenes que también construyen jaranas
Me quedo cerca para escuchar, para mirar, para ser parte de todo eso a lo que te sientes invitada. Si miras, te miran con una sonrisa, si preguntas, te responden con agrado.
Todo fluye, como las jaranas y las guitarras de son a la espalda de todo el que toca, o como esa forma tan maravillosa de moverse con instrumentos de la mano, sin más
Todo cobra sentido cuando la música suena y lo grupos suben al escenario
Unos tocan y otros se van preparando; unos menos y otros más conocidos
El gusto es el de todos
y de todos es el gusto
sábado, enero 31, 2009
De todo en Tlacotalpan (1)
Un día en una ciudad nueva es como un abanico que se va abriendo entretenido en cada uno de sus pliegues. Te los muestra caprichoso, los recibes como vienen. Luego, cuando se vuelven a abrir y recorrer, todo cobra un segundo color, otra madurez. Pero el comienzo es siempre un parpadear de encuentros, dejarse llevar por todo lo que en el lugar habita, lo de siempre y lo del momento.
Hay de todo en Tlacotalpan. Ahí donde el lugar duerme durante el resto del año se transforma en congregación de mucho: música, fandango, tómbola, toros, gentes y gentes. Lo vamos descubriendo a lo largo del día, del devenir, los paseos, las miradas, las cosas.
Hay de todo en Tlacotalpan. Vivos colores en muchas casas y esquinas,
apagados en otras que probablemente vieron mejores tiempos o que los pronto los verán ahora que la ciudad ya es patrimonio de la humanidad y el dinero llega para remozar calles y casas
Todo se vende, todo se oferta. Ahí está la vendedora de mamey,
el de mangos
y el que vende el flan
Ahí niños que solos o acompañados, aparecen ensimismados,
o entretenidos
Ahí el limpiabotas en la calle que por la noche se llena de vendedores de bisutería,
el otro niño que vende los tamales de masa que la mamá hace
Ahí el color, la arquitectura de algunos lugares que viven en climas cálidos, las ventanas que tanto me recuerdan a las de Cartagena de Indias,
arcos y portales de mil y un color,
casas
y puertas de la misma guisa
De todo hay en esa calle que va desde la plaza de Santa Marta a la iglesia de San Miguelito
Si quieres puedes ir en bicicleta,
pararte a comprar un vaso de fruta fresca o un riquísimo jugo de piña de la zona
o incluso un torito tradicional
Pero no te olvides echarle un vistazo a las jaranas que algunos lauderos construyen y venden. No te vas a arrepentir de escuchar las del señor Asunción Cobo. Vas a ver como merecen la pena
Hay de todo en Tlacotalpan. Ahí donde el lugar duerme durante el resto del año se transforma en congregación de mucho: música, fandango, tómbola, toros, gentes y gentes. Lo vamos descubriendo a lo largo del día, del devenir, los paseos, las miradas, las cosas.
Hay de todo en Tlacotalpan. Vivos colores en muchas casas y esquinas,
apagados en otras que probablemente vieron mejores tiempos o que los pronto los verán ahora que la ciudad ya es patrimonio de la humanidad y el dinero llega para remozar calles y casas
Todo se vende, todo se oferta. Ahí está la vendedora de mamey,
el de mangos
y el que vende el flan
Ahí niños que solos o acompañados, aparecen ensimismados,
o entretenidos
Ahí el limpiabotas en la calle que por la noche se llena de vendedores de bisutería,
el otro niño que vende los tamales de masa que la mamá hace
Ahí el color, la arquitectura de algunos lugares que viven en climas cálidos, las ventanas que tanto me recuerdan a las de Cartagena de Indias,
arcos y portales de mil y un color,
casas
y puertas de la misma guisa
De todo hay en esa calle que va desde la plaza de Santa Marta a la iglesia de San Miguelito
Si quieres puedes ir en bicicleta,
pararte a comprar un vaso de fruta fresca o un riquísimo jugo de piña de la zona
o incluso un torito tradicional
Pero no te olvides echarle un vistazo a las jaranas que algunos lauderos construyen y venden. No te vas a arrepentir de escuchar las del señor Asunción Cobo. Vas a ver como merecen la pena
viernes, enero 30, 2009
De México a Tlacotalpan
Si ves esta foto
o esta otra
vas a saber donde estoy. No hay pérdida. Signos y símbolos son poderosas coordenadas.
Ciudad de México, el gran gigante donde realidad y surrealismo se dan la mano entre los mil estratos sociales, las mil banderas de lucha cotidiana, los múltiples destinos de vida y cotideaneidad.
Llegamos de madrugada, poco antes de que la ciudad despierte. Cuando lo hace, el movimiento es incesante, el tráfico, la gente, los puestos de venta, el desorden. 24 millones de personas piden mucho.
Llegamos de amanecida, pasando de una realidad a otra en el curso de pocas horas, reconociendo ruidos, olores y movimientos, entendiendo cómo incluso lo que no se dice, pertenece y dice del lugar
Sólo pasamos unsa horas en la Cuidad de México, el tiempo suficiente para desayunar con Mariquita y compartir con ella un rico tamal oaxaqueño y jugo de naranja fresco.
Y salimos con las otras personas con quienes viajamos a Tlacotalpan
O más bien debería decir hacia Alvarado. En septiembre ya quise hacer reservas en Tlacotalpan. Pensé que era temprano pero pronto me dí cuenta de que no, que una ciudad de 8.000 habitantes duplica sun número en el Encuentro de jaraneros en la fiesta de La Candelaria, que es imposibe encontrar sitio para quedarse a no ser que hagas una reseva con al menos ocho meses de antelación. Alvarado fue la mejor solución y 30 kilómetros de distancia, algo que podíamos hacer cada día.
Hice esta carretera en junio, verde y exuberante en su temporada de lluvias. Ahora es ocre. Pero sí, el verde se despliega a medida que nos acercamos al estado de Veracruz, aire templado y humedad. Cuando atardece, las palmeras con ese viento de norte también te dice que estamos ahí
o esta otra
vas a saber donde estoy. No hay pérdida. Signos y símbolos son poderosas coordenadas.
Ciudad de México, el gran gigante donde realidad y surrealismo se dan la mano entre los mil estratos sociales, las mil banderas de lucha cotidiana, los múltiples destinos de vida y cotideaneidad.
Llegamos de madrugada, poco antes de que la ciudad despierte. Cuando lo hace, el movimiento es incesante, el tráfico, la gente, los puestos de venta, el desorden. 24 millones de personas piden mucho.
Llegamos de amanecida, pasando de una realidad a otra en el curso de pocas horas, reconociendo ruidos, olores y movimientos, entendiendo cómo incluso lo que no se dice, pertenece y dice del lugar
Sólo pasamos unsa horas en la Cuidad de México, el tiempo suficiente para desayunar con Mariquita y compartir con ella un rico tamal oaxaqueño y jugo de naranja fresco.
Y salimos con las otras personas con quienes viajamos a Tlacotalpan
O más bien debería decir hacia Alvarado. En septiembre ya quise hacer reservas en Tlacotalpan. Pensé que era temprano pero pronto me dí cuenta de que no, que una ciudad de 8.000 habitantes duplica sun número en el Encuentro de jaraneros en la fiesta de La Candelaria, que es imposibe encontrar sitio para quedarse a no ser que hagas una reseva con al menos ocho meses de antelación. Alvarado fue la mejor solución y 30 kilómetros de distancia, algo que podíamos hacer cada día.
Hice esta carretera en junio, verde y exuberante en su temporada de lluvias. Ahora es ocre. Pero sí, el verde se despliega a medida que nos acercamos al estado de Veracruz, aire templado y humedad. Cuando atardece, las palmeras con ese viento de norte también te dice que estamos ahí
Como si nos urgiera llegar a Tlacotalpan, dejamos las cosas en el hotel y hacemos esos 30 kilómetros de Alvarado a Tlacotalpan
Todo está dispuesto para la fiesta, la feria, el baile, la tómbola. Es de noche y mucho está cerrado, algunos grupos ya están cerrando el local con una última canción para algún paisano en el local
Después de una cena con lo que aquí llaman antojitos (tostadas, tacos dorados, garnachas y panuchos) nos fuimos a la plaza buscando a músicos y músicas
La fiesta ya había comenzado al compás de requintos y jaranas
el zapateo,
Mucho más tarde, en la plaza de San Miguelito, el fandando continúa
Todo el que quiere participa, las parejas se turnan en la tarima y los versos se improvisan, las coplas se entrelazan. Nos cuentan que se amanecen, que la noche encuentra al día entre sones que conectan pasado y presente, el abanico de culturas y herencias que resume el jarocho, lo andaluz, africano, indígena y afrocaribeño, un maravilloso mosaico que nos acompañará en los próximos días.
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jueves, enero 29, 2009
Maleta en mano: hacia Tlacotalpan
Tlacotalpan es una pequeña ciudad a una hora y media del Puerto de Veracruz. Verde, azul y blanca la imagino entre verde y vegetal, calor y Caribe, guayabera y canto de jarochos.
Este año celebran el 30 aniversario del Encuentro de Jaraneros. Parece que allí llegan músicos de muchas partes del estado de Veracruz y de otras partes de México; y aunque la disculpa de la fiesta es la celebración de La Virgen de la Candelaria el día 2, el fandando comienza varios días antes. Voy para allá.
Si puedo, lo contaré desde allí. Si no, desde aquí un poco más tarde.
Este año celebran el 30 aniversario del Encuentro de Jaraneros. Parece que allí llegan músicos de muchas partes del estado de Veracruz y de otras partes de México; y aunque la disculpa de la fiesta es la celebración de La Virgen de la Candelaria el día 2, el fandando comienza varios días antes. Voy para allá.
Si puedo, lo contaré desde allí. Si no, desde aquí un poco más tarde.
(Imágenes tomadas de aquí)
miércoles, enero 28, 2009
28 de enero
Tal y como deseó Azuleta, el día despertó brillante y luminoso, abierto. Ese fue mi primer regalo de cumpleaños. El otro gran regalo: el día, todo él, tal y como llegó, tal y como lo he disfrutado por ser el día que me regalo, con sus tesoros, sus sorpresas, lo esperado y lo inesperado, las conversaciones que te envuelven todo el interior y te recuerdan una vez más que sin personas cercanas y queridas, nada tedría fuerza, ni ganas, ni ilusión, ni magia.
Especialmente brillante y luminoso en esa planicie del lago Monona por donde tanto me gusta pasar
O en ese cielo de infinitos azules y blancos
No sé cómo oscureció, si la puesta de sol fue cálida y apacible. Sentí cómo la luz bajaba, la ví mientras iba de uno a otro lugar. Pero no la viví desde afuera sino desde adentro. Creo que fue cálida. Así la sentí.
La noche trajo otro rato de vida, una cena de platillos con sabor a calamares, pez espada a la plancha sobre una salsa de tomates ahumados y tomatillos, y con arroz pilaf,
y un petite filet a la plancha con champiñones portabella y tortitas de patata y queso de cabra
He vivido el día de principio a fin, como él quería y se ha dejado vivir
Especialmente brillante y luminoso en esa planicie del lago Monona por donde tanto me gusta pasar
(Claro que no pude parar a hacer la foto pero ahí está el intento desde el coche)
O en ese cielo de infinitos azules y blancos
No sé cómo oscureció, si la puesta de sol fue cálida y apacible. Sentí cómo la luz bajaba, la ví mientras iba de uno a otro lugar. Pero no la viví desde afuera sino desde adentro. Creo que fue cálida. Así la sentí.
La noche trajo otro rato de vida, una cena de platillos con sabor a calamares, pez espada a la plancha sobre una salsa de tomates ahumados y tomatillos, y con arroz pilaf,
y un petite filet a la plancha con champiñones portabella y tortitas de patata y queso de cabra
Fue en Eno Vino. No llegamos a tiempo para la cena con cata de vinos que tienen los miércoles pero sí, el postre tuvo chocolate y una vela
Feliz cumpleaños.He vivido el día de principio a fin, como él quería y se ha dejado vivir
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