En Portland
Muchos de los lugares donde hemos estado esta última semana merecen más de un día para vivirlos y disfrutarlos de otra manera. Hoy que estamos en Portland, el tiempo se hace demasiado corto para poder disfrutar a José y continuar la conversación, el estar, el hilo que fluye y que nos reconecta con el pasado para volver a instalarnos en el presente y entender, una vez más, que la vida es esto y que sus emociones más fuertes vienen de la mano de personas queridas.
Quedamos con José para desayunar antes de salir camino, tratar de aprovechar al máximo. Nos estamos quedando en un hotel en el centro y este desayuno, además, es la excusa para perfecta para caminar por ahí, ese corazón de este Portland con sabor a ciudad del noroeste, sin duda y a pesar de sus plazas y rascacielos. La ventana del hotel nos deja ver un poco de ese centro moderno y cuidado que a estas horas de la mañana pocos caminan
Es difícil hacerse una idea del entramado de la ciudad viéndola desde aquí. Con unos 600.000 habitantes, es la más poblada del estado de Oregon y parece que son sus numerosos puentes los que marcan su diseño, que se despliega a lo largo de la confluencia de los ríos Columbia y Wilammette.
Parece que en las últimas dos décadas, la ciudad -o al menos su centro- ha sido mimada y maquillada.
Dice Wikipedia que comenzó a poblarse en 1830 y que las aguas de sus ríos facilitaron el transporte de todo tipo de mercancías y el que la industria maderera en particular, fuera su principal impulso económico. Aunque a comienzos del siglo XX tuviera fama de ser uno de los puertos más peligrosos (crimen y extorsión) del mundo, Portland se precia de tener uno de los transportes públicos más eficientes y es reconocida como una de las ciudades del mundo con mayor conciencia medioambiental por las posibilidades que tiene para poderse desplazarse caminando, los numerosos ciclistas que la circulan, la cantidad de restaurantes que utilizan servicios directos con los granjeros de la zona y las 4.000 hectáreas de parques públicos
Aquí no vemos parques, ya lo sé, solo edificios en una mañana de sábado en las calles y sus habitantes van despertando poco a poco, donde todavía hay que abrigarse para salir a fumar un cigarrillo o montar en bici,
donde todavía mantienen una cabina de teléfonos que ya ni teléfono tiene porque nadie usa
y donde los puestos de venta de comida extranjera se arraciman en muchas de las plazas que hay
En la década de los noventa, la industria tecnológica (especialmente con compañías como Intel), aceleró el crecimiento económico de la ciudad y a partir del año 2000, se convirtió en una atractiva ciudad para una población joven con educación universitaria.
Sea lo que sea, algo se siente distinto aquí. No sé si en Portland en concreto o en esta parte del país abierta al mar, a ríos que circulan en varias direcciones
Esa ciudad vacía de gente en las calles se desdice cuando entramos a Mother's Bistro, un precioso espacio restaurado y preparado para dar la sensación de estar en la cocina-comedor de alguien
La comida (tortilla-revuelto de champiñones portabella y espinacas), increíble, y el café, de lujo -- Triple expreso para despertar
Dos fotos más desde el coche, ya saliendo del centro, después de dejar a José y de arroparnos el corazón confiando en que el reencuentro sea pronto, en algún sur donde las mañanas de abril sean tan brillantes como esta pero más cálidas
Al poco de salir de la ciudad, el verde viste al campo
Vamos hacia Astoria pero queremos regresar a Cannon Beach para ver esa playa con más luz. El regalo es esta luz y este rato
Madison y Ocean en encrucijada, siempre al filo del pensamiento,
y esta playa enamorada de luz, de momento
Ahí el hilo de esta playa sostenida sostenida entre espejos
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