Nuestro recorrido comienza
Hemos alquilado un coche que recogemos en Riverside, CA, esta mañana y que dejaremos dentro de ocho días en Seattle, WA. Iniciamos el viaje regresando a Los Ángeles y desde allí tomar la carretera 1 hasta San Francisco
Probablemente van a ser dos días de viaje pero no tenemos plan fijo. No sabemos cuánto nos detendremos en el camino y preferimos dejar que los lugares vayan marcando nuestro destino. Dicen que esa vía (highway 1), la ruta 1, es pintoresca, una de las partes más bonitas del camino. En algún momento decidiremos nosotros más que lo lugares porque poco después de salir de Los Ángeles, los lugares de mar y playa no dejan de asomar y de ser atractivos para caminar, pasar un rato, pisar la arena, sentir el agua y despertar el cuerpo entre sol y viento, luz que rompa la inercia del invierno y los interiores. La playa de Santa Mónica es la primera que nos llama
Es sábado y se siente como si el tiempo tuviera otra dimensión, como si solo existiera ese momento que las cometas imponen con su fluir. Pendientes de un hilo, solo atienden la voluntad de quien las controla, quien solo atiende a su vuelo. Hay paz, mucha paz,
un mar de sueños que vuelan, un juego que te lleva
Es fácil imaginar cómo cambian las cosas cuando se vive en climas templados, en ciudades junto al mar o cerca de playas
Sí, sábado por la mañana, momento para salir sin tener que estar en algún lugar determinado a una hora fija
Seguimos camino y poco después de Santa Mónica paramos para escuchar y sentir el mar abierto
Efectivamente, este clima permite otras formas de vida,
de costumbre, comidas, deportes, actividades al aire libre. Es imposible pensar en descapotables en Wisconsin o en hacer surf en lugar de sentarse a pescar en lagos congelados. Sí, surfistas en muchas partes. Entramos un momento en la playa de Topanga para verla y verlos
Como volar comentas, volar y jugar olas fuerza el cuerpo y la mente en el instante. Completo.
Como ver los primeros amarillos y verdes de primavera
Tal vez sea esa la esencia de los viajes de carretera: ser espectador y dejarse sorprender por lo que venga. Tal vez sea esa la esencia de muchos viajes, de muchos paseos por lugares conocidos o desconocidos. Dejarse asombrar, ver por primera vez o reconocer algo que ya habíamos visto antes.
Y en todo este camino, México por todas partes
Cerca de Malibu volvemos a parar, en Deer Creek Rd.
Esa carretera al lado del mar es un privilegio. También aquí bajamos y nos dejamos llenar de pequeños tesoros que la playa nos regala y que las gaviotas tal vez busquen sin descanso
Caminamos y jugamos entre viento, ola y otras gaviotas que corren y juegan entre viento y ola,
sintiéndonos pequeños entre la belleza de quienes vuelan tan sabia y fácilmente, aire, agua y tierra, pájaros de tierra y mar
Entramos y salimos de ese espacio grandioso al otro más concreto, la obra de ingeniería partiendo la montaña,
la mano de obra reclamando a fuerza de trabajo el territorio que alguna vez fuera mexicano
A un lado los campos de cultivo y al otro, esa imagen que veremos repetida una y otra vez a lo largo del camino, caravanas que te llevan de un lugar a otro y que te dan cierta independencia para moverte a lugares elegidos sin tener que depender de un lugar ajeno para dormir
Ahí veríamos una de las muchas focas salvajes que se acercan a las playas del Pacífico,
ahí esa maravillosa sensación de mar-carretera-montaña donde cobra sentido viajar de esta manera,
poder detenerse a saludar a los vigilantes de navío
y sentir el día apurando mareas en la piel,
entregando sorpresas como estas piedras erosionadas
y la infinita sensación de libertad que esto contiene
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