Mi gimnasio aquí en Madison es sencillo, sin presunciones. Me gusta. Además, está muy cerca de casa. Es pequeño pero tiene piscina.
Es ahí donde comienza el breve comentario de hoy porque cada vez que voy, no puedo dejar de pensar en la otra piscina a donde voy con mis hermanas en invierno. En plena Sierra de Béjar, la piscina de Cubino (sí, la que está en el hotel Cubino) es un platillo demasiado apetitoso y seductor. Imposible dejarlo pasar. Desde la piscina ves la sierra, ahí a tu lado, con los cerros altos, la nieve al fondo. Adentro, la calidez, el agua templada. Afuera -da igual la temperatura-, las montañas, ese paisaje del que no quieres prescindir.
Aquí, la sencillez. Y este paisaje
Todo hay que considerarlo y ponerlo en perspectiva. El calor de adentro se aprecia más porque afuera el frío es gratuíto, demasiado generoso. Y la sencillez, un incentivo para la imaginación, para encontrar paisajes marinos como este
o este
Pero sí, después del baño, el yacuzzi, la ducha y la sauna para quitarse el olor a cloro, y abandonarse un momento, hacer de la indulgencia el otro plato para endulzar el paladar.
Aquí o allí, la burbuja de sonidos que el agua trae, tus pensamientos, el abandono que nadar a solas proporciona. Allí, la ducha compartida, la risa, el descanso entretenido, el gusto en la compañía. Aquí, un fondo de mar exuberante, advertir las idiosicracias al ver el leño que unos pocos utilizan para hacer "log rolling" (sí sí, eso de subirse encima de un tronco que está en el agua y ver cuánto tiempo eres capaz de manternerte de pie sobre él y sin caer al agua)
y prevenir para asegurarte de que antes de salir tu pelo esté muy seco porque si está mojado, a -14ºC puede convertirse en frágil tirabuzón presto a partirse entre suspiro y suspiro.
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