lunes, febrero 05, 2007

Procesos

Veo constantemente la lucha de padres y madres con sus hij@s para ayudarles a manejar las tareas de la escuela, llevarles y traerles a las mil actividades extraescolares que tienen, los deportes, las clases de pintura, de teatro, de baile. ¿Cómo se encuentra el equilibrio en la dinámica de los días? ¿Cómo nos acercamos a ese proceso que es el crecer, el descubrir, el aprender?

Pienso una vez en más en la importancia que tiene el proceso de hacer cualquier cosa y especialmente, el de aprender música, aprender a tocar un instrumento. ¿Es tiempo lo que se necesita para aprender a tocar el violín? ¿Son horas de práctica al día? Sí. Pero quizás, más que tiempo, lo que se necesita es constancia, perseverancia, y aprender a estudiar, entender lo que se necesita hacer en una pieza y hacerlo, sin ambiguedades. Aprender a estudiar significa tener la capacidad de analizar, organizar y saber escuchar, tener paciencia para dejar de lado ansiedades, y ser condescendiente con uno mismo, exigirse todo pero sabiendo regalarse un elogio claro y objetivo. Y todo eso forma parte de un proceso. A veces, el proceso de aprendizaje -al igual que el de la enseñanza- es gratificante, un día a día, una creatividad necesaria para mantener vivo el incentivo, las ganas, la riqueza del objetivo final. En ese proceso aprendemos cómo cada uno de nosotros aprende, a qué tiende, qué y cómo lo atiende. También ayuda a dilucidar cómo nos aproximamos a otras experiencias artísticas o intelectuales. El objetivo final, básicamente, suele ser uno, con mil facetas e inspiraciones quizás, pero uno: la obra ha de sonar bien, ser hermosa, estar afinada, de ritmo impecable, musical, expresiva y rica. El proceso puede ser largo y poder vivirlo con intensidad y sin severidad, todo un gesto de sabiduría.


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