También él ha venido a la celebración de San Isidro en La cimarrrona,
el rancho que Samuel y Edith han construido cerquita de Tuxtepec, la segunda ciudad más grande del estado de Oaxaca, en la cuenca del río Papaloapan. Aunque pueda parecer extraño, es también región jarocha. Como en otras muchas regiones culturales, las fronteras políticas sólo parecen tener sentido para quien las decide.
La primera vez que conocía a Edith, con ojos iluminados me habló del rancho. La cimarrona cobra vida en sus manos y en las de Samuel: ellos han levantado la casa, han cuidado el espacio, han plantado la tierra, las plantas, los árboles, la palapa, el lugar para la mesa hecha a mano. El agua se recicla y la tierra se cultiva con recursos sustentables.
He convivido con ellos en otros lugares pero es aquí donde siento que su centro florece y la mirada es plena.
El día y la ocasión de hoy para estar ahí son especiales: es San Isidro y han organizado una cabalgata tradicional. Eso y una ceremonia para pedirle al santo por buenas cosechas, lluvia para la tierra y bendiciones para el trabajo y los recursos que nos dan de comer.
Cuando llegamos, los preparativos ya han comenzado y se está acabando de llevar algunas cosas al lugar de la ceremonia
Caminamos hacia allá, al final del camino
y esperamos a que vayan llegando los demás. Los músicos han sido casi de los primeros
porque hoy también la música es centro de reunión. Hasta don Elías saca su jarana y se suma al círculo
Y mientras se espera, se le colocan cintas rojas a los animales que van a ser bendecidos,
se reunen las muchachas,
y se rodea la tarima que ya está preparada con semillas y alimentos para ser bendecidos
En esa espera comienza el baile
y poco a poco el grupo va aumentando
La música y la versada sólo cesarán cuando la ceremonia de inicio y todos se quiten el sombrero y escuchen al cura que la oficia
Para terminar, los caballos son bendecidos y con la imagen de San Isidro
parten para cabalgar por ranchos y las comunidades cercanas para llevar la bendición a la tierra.
Con su voz inconfundible y su fina y sabia poesía, Samuel Aguilera esgrime una décima antes de que el primer jinete abra el camino
Regresamos caminando a La cimarrona. Agua de jamaica para refrescar, jaraneros y versadores alrededor de la tarima
La reunión se ha ido haciendo grande pero hay espacio para todos. No soy la única para quien todo esto es nuevo. Este tipo de celebraciones se están recuperando poco a poco. Hoy es la pasión y el hilo que Samuel Aguilera tiende entre el pasado y el presente para revivir lo que hoy estamos viviendo aquí, la cabalgata,
la entrega de la bandera de San Isidro
a la siguiente persona encargada de organizar la fiesta (una especie de mayordomía) y la entrega de la doncella que ha cabalgado descalza en una yegua parda y que su padre entrega al baile
haciéndole entrega de la falda, el refajo, el mandil, el paliacate, los aretes, la peineta, los zapatos para el baile
Antes de entregar cada prenda, la persona que ofrenda le dice una copla. Me emociona la que Edith le dice y cómo lo hace
En ese momento siento la fuerza de todo el simbolismo de la ceremonia, la finísima y perfecta línea que nos conecta con lo anterior y nos deja la memoria para ser presente.
Después de que la niña baila en la tarima cargada por los hombres, la tabla se abre para todos
Comemos tamales, piña fresca. Me pierdo en la belleza de todo lo que ha pasado en unas horas que se encontraron con el tiempo sin agujas de reloj y me asombra la conexión con todos los demás, la comunidad que algo así crea.
Más tarde, ya casi a solas, nos sentamos al fresco del caer de la tarde. Mece. Samuel, Edith, Jimmy, Jesael y yo. Samuel y Jesael repentizan. La décima se incrusta en el pensamiento y el sentir. Los acordes suenan en la jarana y su círculo alimenta el canto. Respiro. Jimmy y Jesael también. Amigos nuevos que el destino ya conocía
parten para cabalgar por ranchos y las comunidades cercanas para llevar la bendición a la tierra.
Con su voz inconfundible y su fina y sabia poesía, Samuel Aguilera esgrime una décima antes de que el primer jinete abra el camino
Regresamos caminando a La cimarrona. Agua de jamaica para refrescar, jaraneros y versadores alrededor de la tarima
La reunión se ha ido haciendo grande pero hay espacio para todos. No soy la única para quien todo esto es nuevo. Este tipo de celebraciones se están recuperando poco a poco. Hoy es la pasión y el hilo que Samuel Aguilera tiende entre el pasado y el presente para revivir lo que hoy estamos viviendo aquí, la cabalgata,
la entrega de la bandera de San Isidro
a la siguiente persona encargada de organizar la fiesta (una especie de mayordomía) y la entrega de la doncella que ha cabalgado descalza en una yegua parda y que su padre entrega al baile
haciéndole entrega de la falda, el refajo, el mandil, el paliacate, los aretes, la peineta, los zapatos para el baile
Antes de entregar cada prenda, la persona que ofrenda le dice una copla. Me emociona la que Edith le dice y cómo lo hace
En ese momento siento la fuerza de todo el simbolismo de la ceremonia, la finísima y perfecta línea que nos conecta con lo anterior y nos deja la memoria para ser presente.
Después de que la niña baila en la tarima cargada por los hombres, la tabla se abre para todos
Comemos tamales, piña fresca. Me pierdo en la belleza de todo lo que ha pasado en unas horas que se encontraron con el tiempo sin agujas de reloj y me asombra la conexión con todos los demás, la comunidad que algo así crea.
Más tarde, ya casi a solas, nos sentamos al fresco del caer de la tarde. Mece. Samuel, Edith, Jimmy, Jesael y yo. Samuel y Jesael repentizan. La décima se incrusta en el pensamiento y el sentir. Los acordes suenan en la jarana y su círculo alimenta el canto. Respiro. Jimmy y Jesael también. Amigos nuevos que el destino ya conocía
1 comentario:
Un gran ceremonial se observa,entre cante y bendiciones en la festividad de San Isidro. Bonito la iniciación de la biladora...con todo su atuendo.
Gracias por compartir y darnos a conocer cosas tan bonitas.
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