sábado, febrero 24, 2007

Simon Shaheen, esos otros modos y microtonalidades

Solo tenemos una sesión de hora y media con Simón Shaheen. Su lista de créditos es extensa pero la hace breve cuando se presenta. Nos cuenta cómo desde siempre hubo música en su vida, cómo empezó a tocar oud a los tres o cuatro años, violín poco después, música clásica árabe, música clásica occidental más tarde en Estados Unidos. Habla de su trabajo con la música árabe, con el jazz, con otras músicas clásicas. Y después de enfatizar esa irremediable unión de músicas y lenguajes musicales, se zambulle en una conversación que presenta lo básico de la música árabe, el esqueleto sobre el que se construye. Mientras le escucho, pienso en lo difícil que sería para un "músico clásico" de occidente hablar de melodía y armonía, música instrumental y vocal, y cadencias y sonoridades en hora y media. Todo un abismo. Un rasgo, un detalle. Pero suficiente quizás para recorrer los sentidos y despertar la escucha.
Eso hizo Simon Shaheen con la música clásica árabe, presentar la coordenadas y pilares sobre los que se construyen sus sonoridades, sus formas, sus prácticas interpretativas. Me gusta escuchar su explicación de cómo los modos se eligen en el momento, dependiendo del lugar, el momentos, el estado de ánimo, el color del día, el rastro de lamirada. Y cómo el modo rítmico le da vida a ese modo elegido, cómo los dos se sustentan con esa flexibilidad desafiante y ese vínculo íntimo entre pulso y modo, color, sensación, evocación, precisión permisiva que abre las puertas para que las melodías discurran como aromas caprichosos y hermosísimos. No habla de armonía como tal porque no existe en la música árabe -inherente al modo, en él de forma integral, parte de él-. Pero sí de los adornos, de la música improvisada y compuesta, de formas musicales, del concepto de la música tocada en grupos, de los instrumentos a través de los que cobra vida.
Le encuentro accesible y cercano, especialmente cuando toma su oud o su violín y toca, y te dice el modo que elige, despliega las notas que contiene, los intervalos, los cuartos de tono, los intervalos que llaman "half flat" -medio bemoles tal vez diríamos nosotros-; y si tiene diferentes partes la forma musical que ha elegido, las indica, o te ayuda a entender cómo se construye una improvisación, las partes que en ella pueden caber, cómo escucharla para entenderla mejor.
El sonido del oud te transporta. Tal belleza y sutilidad. (Además, la maravilla que físicamente el instrumento es. Sí, ayer Sebastián lo comentaba.)

Y me fascina cuando habla de las diferentes afinaciones del violín y cómo esas afinaciones se eligen en función de la música, para adaptarse a los modos, a su naturaleza. Piensas en cómo los instrumentos se crearon y se siguen creando para expresar la música, cómo cada cultura los elige según un gusto y sensibilidad inexplicables, en el por qué de esas tendencias de tales culturas para elegir uno u otro instrumento, un timbre, una sonoridad (los tambores en Africa occidental, la mbira en Zimbabwe, el arpa y los violines en muchas partes de México, las guitarras en lo criollo peruano, la bandola y el tiple en Colombia, el ney como instrumento de viento en el mundo árabe, el sitar y violines en India. La lista es interminable.)
Y me fascina cuando toma una melodía que primero toca de forma sencilla y luego la transforma mediante adornos y la hace totalmente "árabe" -como diríamos los no conocedores-, y entiendes la función de esos adornos y la complicada precisión con que funcionan.
Qué difícil. Qué bonito sería aprender. Y también aprender árabe. Creo que mucho de esta música tiene que ver con la lengua, su poesía, sus rincones, sus velos, rumores de entre letra y letra, palabras, frase y frase.

Y le encuentro accesible cuando al final hablamos con él y nos deja tocar su oud, verlo, admirarlo.

(Simon Shaheen y Enrique Rueda)

Hablamos de las competiciones de declamadores de zéjel y las comparamos con la de los decimistas mexicanos, puertoriqueños y peruanos, y de cuánta belleza en la música, cualquiera, cómo lleva, cómo y cuánto transporta, cúanta fuerza humana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡impagable! dan verdaderas ganas de haber estado allí (de algún modo, los que hemos leido tu post, hemos estado)

Raquel dijo...

La verdad es que lo disfruté mucho y hablar con él al final me encantó porque le sentí uno más de nosotros, cercano y nada pretencioso. Es una suerte poder tener la oportunidad de vivir cosas así, poderlas contar y saber que alguien más las disfruta conmigo. Lo agradezco mucho.