Ojos de niña repleta de curiosidad, que se acerca, te pregunta por qué estás ahí, por qué has venido, de dónde vienes, cómo has llegado. Come su polo y en sus brazos carga un biberón y una botella con leche en polvo . Te mira sin asombro. Solo con una curiosida que tiene todo el derecho a ser satisfecha
Un paseo, una mano, un juego, una sonrisa. Frescura maravillosa en esa amistad de niñas y manos enlazadas
Y sobre ese paso y esa mirada, la otra que sabe de coqueteo y seducción
Sobre esos ojos brillantísimos, la serenidad de otra mirada, una voz más mayor
Y una conversación con sobrentendidos y complicidades
Un mundo de contrastes, de luces, de espacios que siempre están con nosotros, paisajes, reflejos de atardecer o de amanecida. Hoy vuelvo a recoger la luz de atardecer desde el parque de Zicuirán
Y el amanecer infinito entre las montañas que acunan el Balsas, su horizonte interminable, el curso del río insinuándose alerta, cierto después
Las garzas y los pelícanos saludando a la mañana
Y ese otro mundo, el mercado, el puesto de huaraches, la jovencita que vende los mejores tacos de barbacoa
Y al final, como muchas otras veces, esos instrumentos en espera de manos que los recogan. Su silencio entre tanto, sin ser vacío, la imagen en silencio también, en espera de la siguiente cuerda que ha de sonar
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