Esperado este despertar entre un silencio lleno. Abro las ventanas y veo el campanario, la montaña al fondo, el espacio, el tejado un poco más allá.
Desde casa, despierto a esa luz y esa geografía de formas e invisibilidades. Es el recuerdo de siempre, la mañana de sencilla desnudez. Desde la casa, tan dentro, eco maravilloso, rincón y tierra en el aire.
Hay claridad. A un lado, los robles que siempre inician un nuevo paseo
al otro, la confesión despierta de las casas bajo el sol del mediodía del solsticio de invierno
Y cómo no, comidas exquisitas que hoy protagoniza, entre otras cosas, una confitura de pato, una compañía maravillosa y siempre querida, risas y conversación inagotables y ricas. Así es aquí. Y es mucho el gozo.
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