Por esa misma carretera por donde pasó la vuelta ciclista a España a fines de agosto de este año, la que lleva a la nacional 630 para llegar a Plasencia y de ahí a Cáceres, bajamos desde Lagunilla a Zarza de Granadilla. Hay niebla. Apenas si se alcanzan a ver algunos olivos a la orilla de la carretera. Nada más se distingue. Pero el pueblo de Zarza se mueve en sus faenas, la gente que sale de la panadería, de la tienda de regalos, de la pescadería, del bar en el que se permite fumar
El cartero también pasa, cartas en la mano, acento extremeño cuando le preguntas cómo llegar a tal lugar. Levedad en la lluvia que suave se deja sentir. No caminamos mucho. Sólo para recorrer la calle principal, la plaza de la iglesia. Poco más. El campanario de la iglesia, inconfundiblemente español con sus nidos de cigüeñas
Esta ventana me recuerdan a algunos de los marcos de ventanas y puertas en Cartagena, Colombia. Esta más pobre y humilde. Aquellas llenas de color
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