domingo, diciembre 31, 2006
A Zarza con niebla
El cartero también pasa, cartas en la mano, acento extremeño cuando le preguntas cómo llegar a tal lugar. Levedad en la lluvia que suave se deja sentir. No caminamos mucho. Sólo para recorrer la calle principal, la plaza de la iglesia. Poco más. El campanario de la iglesia, inconfundiblemente español con sus nidos de cigüeñas
Esta ventana me recuerdan a algunos de los marcos de ventanas y puertas en Cartagena, Colombia. Esta más pobre y humilde. Aquellas llenas de color
sábado, diciembre 30, 2006
Cada época, su afán. Cada comida, un lugar
La vida de los pueblos pequeños reúne la sabiduría de muchos años de sobrevivir a mil abatares y mil dificultades, la no tan fácil comunicación por tierra de años atrás, las carencias económicas en regiones no muy agraciadas con tierras de cultivo o de pastoreo. Hace poco hablábamos de lo mucho que en un pueblo pequeño como este siempre hemos reciclado: las mondas para los cerdos del señor tal, estos restos para las gallinas de la señora cuál, el bote vacío para esta mermelada, aquel para cocer al baño maría y guardar. Se secaban los higos, se guardaba la fruta en el desván para que se conservara un poco mejor, se metían los quesos en aceite, se hacía el vino para el año, las conservas, las mermeladas, el membrillo. Se comían las frutas o verduras de la época, te subías a los cerezos a comer las cerezas, recogías fresas, escarapuchabas y comías castañas. El pan y la leche se compraban a diario, y el queso fresco, se veía hacer. Recién hecho, recién recogido. Comida orgánica, ecológica -en cada país un nombre, la misma moda, la misma necesidad, la misma tendencia a volver a lo natural-. Y por si acaso no se comía suficiente proteína, se hacía la matanza, anualmente, después de haber engordado el cerdo, en época de frío para que la carne pudiera secar. El embutido serviría para el resto del año, el tocino también, para dar sabor a otros guisos, para comerlo tal cual. Se hacía jabón con las grasas sobrantes, morcillas, tortas de chichorra para satisfacer el dulce paladar de los más chiquillos. La sangre se freía, las costillas se preparaban para hacerlas durar. Nada se tiraba.
Y hoy estamos haciendo chorizos. No hemos matado un cerdo. Carne encargada, comprada, guisada a tu gusto. Se deja reposar durante la noche para que aliñada, coja el gusto. Todo casero, todo medido, pero con ese márgen de “a ojo” que es tan necesario para que algo sea inconfundible y particular.
La carne es de paleta, cabecero y manto (el gordo de la panceta). Los chorizos blancos solo llevan salchichonal (un preparado de sal y diferentes especias, con sal, pimienta y nuez moscada incluídas) y ajo. Los rojos, la sal y el pimentón (23 gr. de sal y 23 de pimentón al kilo de carne; pero claro, depende de cómo sea el pimenton y basta con unos 18gr. si es fuerte, de eso te das cuenta en cuanto lo ves). También llevan clavo, pimiento y ajo machacado. Además, cuando se le meten las especias a las chichas, un buen chorro de aceite de oliva para suavizarlas no les viene nada mal.
La elaboración no es complicada. Pero sí tener la mano, la costumbre, saber cómo.
Las tripas ya se han preparado de antemano también, unas más anchas y otras más estrechas. Después de lavarlas hay que coserlas por un extremo. Y ahí se dejan, en agua, con vinagre y una cáscara de limón o naranja para aliviar el olor.
A la hora de hacer los chorizos y salchichones, la mano sabia debe estar al tanto todo, para cualquier detalles. Aunque es el trabajo de más de uno: quien le da a la máquina, quien sostiene la tripa mientras se va llenando y decide cuánto entra y dónde termina, otro anudando el extremo final de la tripa con la cuerda y haciendo la somosta (el nudo final), alguien más para picar el chorizo para que salga el aire caprichoso si es que hay, y que respire y se asiente un poco la carne, (y picar sobretodo los corujones, acuérdate) y ya, al final, pasarles un paño para secarlos y quitarles la rebaba, y colgarlos en el tenderete artificial en esa bodega que está más fresca porque ahora ya no hay cocinas con chimenea y lumbre de leña en el suelo, ni con con techos de travesaños con puntas clavadas donde poder colgar el embutido, ni humo, ni aire de la sierra colandose por puertas mal ajustadas.
Y el otro nudo para poderlo colgar
En pocos días, los más crudos para asar. Los demás, para el resto del año.
viernes, diciembre 29, 2006
Engalanados de sencillez
jueves, diciembre 28, 2006
Con el curso del río
Después de las lluvias del otoño, es inmenso ver el verde de las laderas ámplias. Cultivadas o no, su belleza les pertenece, sin ninguna duda.
Antes de llegar a Las Puentes del Soto, no puedes dejar de admirar cómo los ríos Alagón y Cuerpo de Hombre se convierten en uno sólo, río que lleva dos caudales y un solo nombre, Alagón. La helada aún se mantiene en las sombras y rincones recogidos cuando pasamos por ahí poco más del medio día. Desde el puente, la serenidad abruma
Para bajar la comida, un paseo por el pueblo, una mirada al pasado, a la pobreza
a esta región de Las Hurdes que ya no es zona deprimida y que tan poco a poco ha ido saliendo de la pobreza
lunes, diciembre 25, 2006
Y en 25 de diciembre
Los días de este diciembre, ya tardío, se regocijan con un sol cálido que alienta cada despertar, cálido y sereno. Invita a caminar por el campo
para llegar a sitios desde donde puedes ver el valle vigilado por las montañas, la nieve de fondo allá en lo alto, el verde de los prados junto al estanque
sitios donde ni las ovejas, satisfechas, ni se inmutan a tu paso
antes de lllegar a la casa
siempre de la mano y con el paso firme de papá y mamá
¿Volvemos mañana?
No, volvamos esta tarde para poder contemplar lo mismo, pero al atardecer. Más imágenes. No puedo evitarlo. Colores que se sienten infinitos, que delizan su dulzura sobre el paisaje y recrean, inagotables, el suave discurrir del tiempo sin retorno, el instante, la sensación, rebozo de seda sobre su esbelta silueta
seda delicada sobre acuarelas y suspiros de imaginación
y el regreso, con esa luna que inquieta te persigue para que la mires, que insiste, que quiere querer y que la quieres. Juega contigo
domingo, diciembre 24, 2006
Paseo en tiempo sutil
sábado, diciembre 23, 2006
En Lagunilla
Desde casa, despierto a esa luz y esa geografía de formas e invisibilidades. Es el recuerdo de siempre, la mañana de sencilla desnudez. Desde la casa, tan dentro, eco maravilloso, rincón y tierra en el aire.
Hay claridad. A un lado, los robles que siempre inician un nuevo paseo
al otro, la confesión despierta de las casas bajo el sol del mediodía del solsticio de invierno
Y cómo no, comidas exquisitas que hoy protagoniza, entre otras cosas, una confitura de pato, una compañía maravillosa y siempre querida, risas y conversación inagotables y ricas. Así es aquí. Y es mucho el gozo.
viernes, diciembre 22, 2006
Desde Salamanca, un día después
De noche, mucho más tarde, los amigos, la sabiduría de la cercanía y del compartir, de corazon a corazón, sin intrigas, con claridad, con la alegría de estar juntos, compartiendo. Muchos años. Siempre especial. En la cena, entre nuevos platos, combinaciones, presentaciones, sabores, atinos y desatinos, la conversación que no cesa, que es un continuar la de ayer. Y luego el juego divertidísimo al futbolín, como niños y niñas pequeñas, disfrutando sin fin. Hasta la madrugada.
Y hoy, Salamanca. La camino con Mer y disfruto esa ruta de espirales y largas avenidas, porque ella entretiene cada paso y sentirme a su lado es como recuperar una parte de mí. Gentes en sus rutinas, sus afanes, las tareas que aumentan por ser navidad, por esas comidas y regalos especiales en esta época del año. Salamanca. Sin turistas. Así se siente.
Esta tarde, vuelvo a ver a mi gran amiga, tan encantadora que hasta las modelos se paran a admirar su porte y su sonrisa
y con ella el paseo, el café, la charla, las luces cambiantes sobre casas y cupulas
Demasiado breve el estar juntas, la amiga, la ciudad. Luego, por la noche, Lagunilla, la otra casa. Estar y saberse en este pueblecito del sur de Salamanca, en una ruta escondida para muchos. Maravilloso.
jueves, diciembre 21, 2006
Despertando en Milán y leyendo a Paul Auster
pero me sorprenden esas flores, ahí fuera, saludando a la mañana, un trocito de color en medio de la nada
Me había imaginado el día de ayer, día de viaje (y de siete horas vividas de menos) más pesado, cada etapa del viaje más llena de gente, más esperas, más inconvenientes. Pero C. me dejó en la estación de autobuses por la mañana y ella, maga blanca, es como un seguro de viaje, un abrazo que te acompaña cálido y protector. Sí, esperas lo infinito en los aeropuertos para todo, para facturar, para pasar seguridad, para revisión de pasaportes, para la siguiente revisión, y una más. Pero llegas. Al final, hasta se me hizo más breve de lo imaginado. Tal vez por haberlo pensado más largo o porque la espera se rindió mientras terminaba de leía “La música del azar” de Paul Auster, el segundo libro que leo del mismo autor. “Brooklyn Foolies”, como este, me gustó mucho también. Algo en la forma del relato, en los protagonistas, los caracteres, su amargura y clarividencia; algo en la forma en que se mueve la historia que narra. Te atrapa. No es tu relato pero te llega por cómo el autor lo presenta, lo destila lentamente y lo prepara de forma inteligente para entregarlo con claridad, sin barroquismos. Lo entiendes y vives a los personajes. No es como en otros libros en que la historia te llega y la relacionas contigo, te identificas. Aquí, como en “Brooklin Foolies”, las historias y personajes son bastante ajenas a lo que pudieras vivir y, sin embargo, las vives, sientes y te mueves con los personajes.
Ahora, esta otra realidad, este aeropuerto al despertar. "Va benne" dice el agente que revisa los pasaportes con una sonrisa, mirándote con intensidad y como si estuviera a punto de hacerte una broma. Ahora es Milán, es italiano, (¡cómo disfruto escuchando la lengua!), es este otro aeropuerto que, aunque uno más, no es estado unidense sino europeo. Se siente.
Trato de conectarme. Hay wi-fi pero solo cuando pagas por un día o por una semana, un mes o un año. Aún no ha llegado el lujo de llegar y poder utilizar. (Es por eso que este comentario de hoy llega con una semana de retraso, cuando puedo conectarme.)
martes, diciembre 19, 2006
Con las maletas hechas
Autobuses y aviones antes de llegar a mi destino. Muchas horas de viaje. Pero si puedo, en cuanto sea posible, contaré de la travesía, del rincón donde estaré, del lugar donde el invierno huele a humo de leña, donde las estrellas parecen multiplicarse en un cielo clarísimo, donde... Otra historia. En otro momento.
lunes, diciembre 18, 2006
Entre profesiones, antojos, platillos y sabores
No es que esté buscando un cambio de profesión. Pero hay muchas que se antojan. ¿No sería bueno tener uno de esos programas de televisión en los que vas viajando por el mundo, documentando culturas culinarias, probando comidas y bebidas en los más variados y pintorescos escenarios -desde lo más humilde a lo más exquisito-?. Claro que de hacer un programa así, ha de tener personalidad, el relato debe ser interesante, amena la historia, y lo más cercana posible a la realidad. Ahí es donde entra el juego quien hace el programa, sus gustos, sus ambiciones, intereses, intenciones, su ingenio, timidez o atrevimiento. (Y como en todo, el gusto también del productor, el guionista, el presupuesto del programa, la audiencia. En fin, ese otro sin fin). Pero sí, de hacerlo, que sea tan entretenido como "No Reservations" de Anthony Bourdain en Travel channel, o "La ruta del sabor" de Miguel Conde en el Canal Once de México. Exóticos destinos por donde se pasea Bourdain, un México de pueblos y ciudades de a pie por donde se pasea Conde. Cualquiera de los dos, sabores de autenticidades (o al menos de algo que parece ser auténtico en este momento), de personas en sus cocinas, las que te cuentan cómo preparar platillos sencillos o complicados, con medidas exactas o medidas aproximadas de esas de "a ojo", "un puñito", "un manojo" o "un pellizco". Cocinas y espacios desde donde te cuentan esos pequeños trucos que se aprenden con el tiempo y la experiencia, por qué sin apurar la ralladura del limón, por qué algunas especias lo más molidas que se pueda entre las manos, por qué airear eso o aquello, por qué el barro, o un molcajete y no una licuadora.
Riqueza culinaria, en cualquier rincón del mundo. Maravilloso. Historia y cultura a través de ella. Infatigable. Recreadora. La sabiduría de las manos en sus afanes, el sabor, el deleite en el proceso de cualquier aventura culinaria, viajando o sin viajar.
domingo, diciembre 17, 2006
Claridad
Hablamos. Me dais la bienvenida. Me abrís las puertas.
Deseo inminente, ya casi inquieto. Ya casi.
Tengo suerte. Vivo entre aquí y allí. Me ayudais a que así sea. Me dejais llegar, siempre, y me recibís como si hubiera sido ayer cuando nos abrazamos en la despedida. Con los brazos abiertos, como el sol de hoy que no oculta su placidez, su satisfacción. Sin juzgar. Brazos abiertos a la claridad, la llegada, la certeza y el placer de sabernos cerca.
sábado, diciembre 16, 2006
Calles
Sus nombres son maravillosos, apagados, majestuosos, tristes, coleccionables.
Solo esos nombres, en distintos lugares, yendo y viniendo.
Calles entre nombres, nombres entre calles, calles de nombres. ¿Dónde?