Leo estos días sobre temas de globalización y comercialización en la música, la música como mercancía de valor en el mercado mundial, generadora de significado en lugares y espacios, su función como aglutinante de comunidades digitales y espacios digitales compartidos, creadora de identidad en muchos contextos sociales y culturales de las múltiples sociedades de este siglo 21. De una u otra forma, a diferentes niveles, la música ha vivido una larga historia siendo creadora, aglutinante, portadora de identidad, localidad y universalidad, política y territorialidad. Ahora se habla de todos esos temas de forma diferente, con un lenguaje que inevitablemente incluye el de las ciencias sociales, la antropología cultural, los estudios culturales, y mil vertientes más. Todo parece estar más interconectado. Tal vez porque la información es más abundante, se tiene más acceso a publicaciones recientes, las bases de datos digitales han permitido que se llegue más fácilmente a bibliotecas y rincones del saber. Aunque tal vez no sea cierto, todo parece ser más transparente (cuando no abruma la abundancia). Y aunque todo eso tenga una contrapartida, hoy no es el momento para comentarlo.
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