El tiempo es inflexible. Es nuestra subjetivad la que le da nombre a sus eternidades o a sus instantes. Trabajo un rato largo en una misma cosa, concentrada y ensimismada. En algún momento miro el reloj y me doy cuenta de que me engaña. Se me ha perdido una hora, ha desaparecido tan deprisa que asustada, compruebo los distintos relojes de la casa para saber si es ese ahora o el de antes. No puedo explicar muy bien ese lapso pero me conformo.
Salgo a la noche y el aire me envuelve con una humedad nueva y templada que extraño. La oscuridad no me deja señales para saber la hora, ni el ruido de la calle, ni la gente que pasa. Es noche cerrada y las estrellas no asoman. Apenas si acierto a ver las ramas de los árboles pero ahí están. Respiro a su lado. Su tiempo parece ser eterno pero este es el único instante en que las adivino en la oscuridad. Ahora.
2 comentarios:
Hoy, dos días más tarde, entiendo qué sucedió. Estuve trabajando bantante rato en el sistema 9 de mi ordenador (el programa de notación que utilizo nunca llegó a tener una actualización para el sistema 10) y ahí, el reloj marca una hora menos. En Estados Unidos la hora cambió hace tres semana, en España es hoy cuando lor relojes se adelantan.
Estamos en el no tiempo del Kantum. Es el tiempo del no tiempo.
Publicar un comentario