Despertar en ella y reconocer su luz intensa bajo cielos límpidos y abiertos, reconocer sus rumores y sus voces, el ritmo de sus horas, el pulso que hila el paso de quienes la viven y caminan.
Mis pasos la recorren habitados de costumbre y novedad, buscan calles de siempre, otras nuevas. Buscan detalles inesperados y distintas veredas desde donde componer el rito de su puente, el que conecta la memoria
y el espejo de un futuro ya casi anterior,
la seducción de la piedra y su color,
calles empapadas de tarde
y cotidianeidad,
una plaza cediendo al sol de las siete
y el farol que espera y que también me recuerda que somos Europa (¿cuál de todas?)
4 comentarios:
Qué linda plaza...qué lindo...
Raquel, el otro día a un escritor amigo —también de León, como yo—, que volvía a su ciudad como si fuera un turista. Me hizo gracia, porque a mí también me pasa (y eso que vuelvo todos al menos ocho nueve veces al año). ¿Compartes la sensación?
Un abrazo.
Cuando vengas, la caminaremos juntas. Es pequeñita y se recorre pronto aunque la demora en algunos sitios va a ser bien merecida.
Javier, sí, la comparto totalmente.
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