martes, junio 26, 2007

Un tránsito, una llegada, Salamanca

Sí, la trufa de chocolate y frambuesa le puso dulzura a ese destino Madison - Chicago - Madrid -Salamanca al que se llega un día después con siete horas que el océano te roba, alguna que hora de sueño que si hay suerte le robas tú al destino y algunas páginas de algún libro que le pone nombre al viaje. Fue hace dos meses cuando hice casi esa misma ruta, entonces con un transbordo en Madrid camino a Lisboa, ahora Madrid como ciudad-puente a Salamanca. Entonces el aeropuerto y el avión más vacíos, ahora un aeropuerto llenísimo en el que asumes su lenguaje, su anonimato y sus costumbres de "ciudad" que no duerme, habitada por pasajeros en tránsito y un sin fin de trabajadores cuyo viaje cotidiano es un destino fijo en una estación acordada dentro de la construcción de neón. Sólo nos llaman la atención estas nuevas pantallas interactivas en las que al tocar la pantalla (como si fuera un iphone gigante) aparece la información que pides (cool escucho decir a Elizabeth, que hoy viaja conmigo).

Ahora también todos los turistas de verano, a solas o acompañados, en grupos más o menos pequeños, más o menos numerosos, como el de italianos junto al que viajo y que no tiene que hacer esfuerzo alguno para hacerse notar (¿Es eso de viajar en grupo algo que imprime carácter? ¿Un elemento que ayuda a revelar al instante tu lugar de origen, tu ocupación, la cantidad de decibelios en que determinadas lenguas son utilizadas por quienes conforman el grupo?).

En esta visita a la terminal 4 de Madrid me doy cuenta de que he dejado de luchar con ella. Funky es el término que mi acompañante utiliza para describirla. Nunca mejor dicho.
Pero hoy estamos de suerte y no es sólo que nuestra persona de contacto sea puntual sino que acertamos con el lugar de encuentro. Y tras un breve desayuno y dos horas y media de viaje en autobus vemos asomar las torres de la catedral, el puente de siempre, las iglesias, las calles que tan fácilmente reconozco. Salamanca
Es por la tarde cuando salimos a caminar y me encuentro con cielos claros, escenas de siempre, ésta cúpula al doblar la esquina,

uno de los muchos faroles en el dorado de su piedra,

caras que desconozco pero que reconozco, tonos de voz e inflexiones que siento que he escuchado desde siempre, formas de vestir, de andar. En la Plaza de los Bandos reconozco como nueva una estatua de Carmen Martín Gaite, un homenaje que la ciudad le rinde a su escritora

Son los rumores de las siete de la tarde, la hora en que se busca el café en alguna terraza a la sombra,

esquinas calladas

Nuestros mundos particulares… Siento mi ciudad, su gente, su tiempo, su continuidad. Pero sé que muchas veces la vivo desde mi espiral individual y mi periplo, y desde quienes también la definen e inspiran.
Hoy, como algo inusual, no sólo la camino en un paseo con destino fijo sino que la miro con una cámara en la mano, pensando en todas esas fotos que nunca hago y en esos rincones que siempre dejo de paso

Pienso que quiero ser turista para verla con ojos nuevos y poder remirarla más, pero me cuesta. Me sigue gustando desde donde la miro: crece en su madurez, con su sazón y su vínculo infinito con el tiempo. No quiero dejar pasar esa mano que se me entrega y abraza y a quien me tiendo sin reserva.

Al final del día, despido al sol que así luce

y saludo a la luna. Tal es la luz. Tal el contraste

7 comentarios:

Sir John More dijo...

Mi mujer y yo vivimos casi cuatro años en Las Hurdes, cuando las carreteras que salían y entraban en ese pequeño paraíso eran aún caminos asfaltados. Añorando el fragor de Sevilla, muchos domingos por la mañana agarrábamos y hacíamos más de dos horas de viaje para comer en Salamanca, para ir al cine a ver lo que pusieran, y luego pasear y merendar en cualquier cafetería antes de iniciar la vuelta a nuestro lejano universo verde. Salamanca siempre fue una ciudad suave...

Un beso.

Raquel dijo...

¿Dónde en Las Hurdes? Me dí cuenta de tu conexión con la zona por algo que dijiste en una de tus entradas del blog.

Sir John More dijo...

Vivimos en Caminomorisco, aunque como trabajadores sociales llevábamos desde los pueblos más interiores, como Nuñomoral, Ladrillar y todas las alquerías perdidas, hasta Casar de Palomero, que no pertenecía propiamente a Las Hurdes. Allí quedaron muchos niños que jugaron mucho con nosotros, algunos que se estrenaron en los viajes, que se asombraron de un campamento de montaña en Candelario, que incluso vieron el mar en Huelva por primera vez en sus vidas...

Viajábamos mucho a Salamanca, y de llevar a todas las visitas a conocer La Alberca acabé con un empacho de ese pueblo de cuento.

Bonitos recuerdos.
Un beso.

Anónimo dijo...

Now that I see those and the other picutre you put up, I am really wishing I had gone with you this year! If I could still, I think I would. This does however, have the added benifit of making me really excited for when I can visit Salamanca, and finally meet Efrén and Toni.

Oh! Today, Maya and I practiced the duets that you lent us for a while. We are going to play next weekend at the farmers market. I'll let you know how it goes!

Raquel dijo...

That's so great. I am really happy you both got together to play.

Salamanca will be waiting for you whenever you want to come.
Really cool to have your comments and visits, and having you through this small window that allows me to bring you a bit of this other part of the ocean.

Anónimo dijo...

Bonitos comentarios de Salamanca se nota que lo sientes...

Raquel dijo...

Gracias cruzygalan...
es mi ciudad, mi tierra.
Un abrazo y gracias por pasarte por aquí