miércoles, junio 13, 2007
Tú eres el regalo
Te quedas conmigo y me haces compañía un rato. Ya está atardeciendo pero quizás el tiempo nos alcance. Sin pensarlo mucho salimos y juntas preparamos la tierra para plantar las matitas que darán fruto al final del verano. Comprendo tu mano cuando la veo trabajar la tierra, recorrer sus aguas, describirla al tacto, entender lo que necesita. Luego nos quedamos ahí, sintiendo el atardecer, escuchándole en su susurro, su luz suave, su anuncio de noche, la corona que tiende al día. En otro momento hubiéramos inventado un sol magnífico deslizándose majestuoso en cielo abierto, montaña, planicie tal vez. Ahora no. La estela dorada es ésta, la calidez que abraza, el rumor invisible que tranquilo te envuelve, el rebozo sobre tus hombros desnudos invitando a tus palabras. Has traido trufas y comemos una, otra, otra. Saboreamos el deleite de aguacero que inunda, el sabor penetrante y profundo del chocolate puro, lo justo de amargor, la justa dulzura. Cerramos los ojos y nos perdemos en otra vereda. Luego me cuentas de tus cosas y hablamos distraidamente de todo un poco, tu verano, el mío, tu casa, mis escondites, tu anhelo, la calma. Algo nos sostiene, un hilo que le entrega al momento lo más hermoso y sencillo, el ser y estar ahí, saberlo, y tú, el regalo más inesperado.
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