Aquí lo tengo, como parte de esa colección de pequeños trofeos que uno acumula a lo largo de la vida. En este caso, ni siquiera es mi triunfo sino el del azar. Lo recibí por casualidad, porque alguien quiso compartir conmigo ese destino de encuentros, coincidencias y entregas.Esta noche nos sentamos a cenar afuera. El vino sobre la mesa no sólo es de Castilla y León sino que además se llama Viña Salamanca. (¿Cómo era eso que me contabas de la globalización?)
Entonces y ahora, coincidencias. Entonces con alguien menos conocido, hoy con ese manojo de amigos y personas queridas y cercanas que son como tu segunda familia: están a tu lado, te apoyan a ciegas pero también te critican con bondadosa inteligencia, te adoran sin saber por qué, te dicen y te desdicen mientras se dicen y desdicen a ellos mismos de forma vital y sin engaños. Recíprocamente, tú haces y sientes lo mismo por ellos. Todo un mundo, como la noche y su luna creciente.
2 comentarios:
¡Qué buenos amigos tienes! Me imagino tu sorpresa al recibir el mapa...
Acabo de leer un ensayo acerca de cómo los leoneses y los castellanos identificamos España con nuestra propia provincia; llevamos tan dentro nuestra patria chica, que cualquier referencia nos toca enseguida la fibra más sensible del corazón.
¡Y cómo no iba a hacerlo cuando estás a miles de kilómetros!
Saludos ultramarinos.
Creo que es por eso de estar tan lejos por lo que llama más la atención toparse con esas cosas.
Un abrazo
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